Conocí el ska por influencia de Jesús “El Padrino” Arriaga, saxofonista de Inspector, y desde que lo escuché por primera vez, me di cuenta que era algo muy diferente a lo que pensaba. De entrada no era el sonido de La Maldita Vecindad ni de Los Fabulosos Cadillacs, grupos latinos muy cercanos al género pero que lo usan como un elemento más de su fusión de ritmos. Esto era algo diferente, más puro.
El ska nació en Jamaica y su sonido era más cercano al jazz y las big bands. Luego tuvo una segunda ola en Inglaterra al encontrarse con el rock y el punk. Posteriormente, la que se conoce como la tercera ola, ocurrió en Estados Unidos mezclándose con el surf, rockabilly y con el pop, entre otros géneros. De ahí se reprodujo prácticamente en todo el mundo.
Hace alrededor de 21 años muy pocos en México conocían lo que realmente era este género, La palabra ska no era conocida ni nada de lo concerniente a este tipo de música. Por esa razón cuando salíamos a tocar con Inspector, enfundados en trajes oscuros, con corbata o tirantes, el comentario más común era “¿dónde va a ser la quinceañera?” o “¿dónde es la boda?” Obviamente no se sabía que tenía que ver con el género musical.
Con el tiempo nos dimos cuenta que no éramos los únicos queriendo tocar ska. En el ex DF se estaba gestando todo un movimiento con bandas emergentes que, si bien su influencia sí era más latina, la base de su sonido era el ska, el elemento principal y no un ingrediente más.
Entonces llegó el primer Ska Wars en el 97, festival orquestado hasta la fecha por Jesús Arriaga, con la idea de mostrar algunas bandas de esta escena nacional que emergía. Se estaba generando un bloque que permitía hacer tocadas con bandas del mismo género, viajar entre ciudad y, lo más importante: se estaba creando un público. Comenzaba a estallar la primera generación del ska mexicano. Antes Toño Quirazco ya había tocado ska, incluso hasta el Loco Valdés por ahí también, pero no existía un movimiento como tal.
El auge que empezó a causar hizo que, entre la segunda mitad de la década de los 90 y la primera de los 2000, hubiera una proliferación de bandas de ska. Por todos lados aparecían nuevos grupos y la cantidad de ellas crecían pero no así la calidad. Las que lograron sobrevivir a esa estampida, irónicamente, son las que iniciaron esta primera generación: Panteón Rococó, Inspector, Salón Victoria (antes Radio Machete), La Tremenda Korte, Sekta Core, La Matatena y otros más. Estrambóticos ya existía antes y terminó sumándose a esta movida.
Una de las críticas que se le comenzó a hacer al ska nacional, fue una baja calidad musical. Esto no era gratuito. Por alguna razón muchos jóvenes se lanzaron a hacer su primera banda tocando ska pensando que esto era algo sencillo. Las mismas bandas tardamos un poco en ir elevando nuestro nivel musical porque no es nada fácil armar una banda con sección de vientos y que estén afinados. Créanmelo, no es nada fácil. Además nadie nos enseñaba a tocar este tipo de música, íbamos aprendiendo solos.
Con el paso del tiempo algunas bandas desistían y otras no, pero la gente ya se había quedado con una sola imagen del ska, y esta era que las bandas tocaban mal, que los discursos eran todos izquierdosos, que había que tocar rápido y siempre con percusiones, además de que los conciertos se volvían salvajes. No sabían que el ska se trata de toda una cultura.
Veinte años después, con ocho ediciones en su haber, el festival Ska Wars tomó un rumbo internacional. Empresa nada fácil si se toma en cuenta que es independiente y no cuenta con patrocinios. Si al principio la idea era mostrar la escena nacional, ahora lo que seguía era mostrar una escena mundial, saber qué tipo de ska se hace en otros países. Porque mucha gente no lo sabe pero el ska tiene que ver con el jazz y con el soul principalmente; luego hay fusiones con ritmos latinos, con hardcore, con pop y hasta con electrónica. Además el género tiene su forma de ser bailado, su vestimenta y sus propios códigos, es decir, hay una cultura alrededor de este tipo de música. De eso se trata el festival Ska Wars y otros como el Non Stop en CDMX, de mostrar la pluralidad de este género y su rica cultura. De hacer notar que es mucho más de lo que algunos piensan y juzgan sin conocer.
En la canción “No me da mi Navidad”, el grupo Molotov menciona en una de sus estrofas: “El rock es cultura, el ska es agricultura”. Muchos se desgarraron las vestiduras y otros afirmaron, en tono despectivo, que los Molotov tenían razón. Cuando escuché eso me llamó la atención que se hablara de manera despectiva, además de clasista, sobre una de las fuentes principales de producción nacional: la agricultura. Pero además con una connotación negativa hacia quien se dedique a ella, es decir, los agricultores.
La palabra cultura deriva del verbo latino colere, que significa cultivar. Una forma del verbo es cultum, que en latín significa agricultura. El adjetivo latino cultus se refiere a la propiedad que tiene un campo de estar cultivado. Por esta razón, “cultura” quería decir “agricultura”, “culto” y “cultivado”.
Siendo así, entonces no tengo ningún problema en decir que sí, el ska también es agricultura.
Gracias por compartir esta opinión tan desglozada.
El ska, es música y la música es cultura.
Entendí la frase de Molotov, pero igual ellos alternan con bandas de ska en el 90% de sus presentaciones.
Siga usted y las bandas en las que estuvo está y estará, sembrando cultura y valores como la unidad.
Buena vibra Homero.