Desde los años cincuenta, antes de los grandes cárteles de la droga, existió una verdadera institución criminal al interior de las fuerzas policiacas mexicanas conocida como “La hermandad”. Esta se encargaba de coordinar crímenes como la extorsión, la desaparición selectiva, el reparto de los decomisos, el espionaje político y hasta la coordinación de grupos exclusivamente delincuenciales.
Y es precisamente en ese modelo de negocio, que un subordinado en el CISEN que participó como espía en en la selva lacandona, previo al levantamiento del Ejército Zapatista, aprovechó para alzarse como una de las grandes cabezas ocultas del crimen organizado en un país de altos contrastes como México, según narra el periodista Francisco Cruz, en su más reciente libro: García Luna, el señor de la muerte, publicado por la Editorial Planeta.
En esta publicación el escritor pone énfasis en la vida no conocida del superpolicía que coordinó la «guerra contra el narcotráfico” en el sexenio de Felipe Calderón. Desde sus andanzas escolares en el barrio bravo de la Romero Rubio en el antiguo Distrito Federal, en donde lo perfila como un niño con carencias, pero con mucho bravura y poderío para ensañarse con sus compañeros de clase, pasando por sus pininos en la vida delincuencial organizada, así como su papel de adolescente infiltrado en el mundo criminal por un par de agentes policiacos. Este hombre de gran mentalidad, en lugar de buscarse un trabajo como ingeniero mecánico tras graduarse en la UAM a finales de los ochenta, optó por el camino de la policía de investigación en el CISEN, gracias a sus nexos en dicha institución de reciente creación.
Esta ardua investigación narra también la atropellada carrera de Genaro García durante la década de los noventa, en que tuvo que aprender de sus errores tras el levantamiento armado del EZLN en Chiapas, del cual tuvo conocimiento antes de que le estallara en la cara al gobierno de Carlos Salinas. Además, existe un apartado muy interesante que lo pone a la cabeza de la poca organizada misión de captura de la banda de secuestradores encabezada por Daniel Arizmendi, alias “El Mochaorejas”.
Al internarse en este libro, los lectores podrán entender cómo, gracias a los conocimientos obtenidos dentro de la institución de espionaje policiaco, y los diversos cursos que pudo tomar en el extranjero, García Luna se pudo hacer una idea global de la coordinación a partir de la clasificación de información sobre el funcionamiento del crimen organizado.
Al internarse en este libro, los lectores podrán entender cómo, gracias a los conocimientos obtenidos dentro de la institución de espionaje policiaco, y los diversos cursos que pudo tomar en el extranjero en instituciones de seguridad como el FBI o la policía de España, García Luna se pudo hacer una idea global de la coordinación a partir de la clasificación de información sobre el funcionamiento del crimen organizado. No solamente para implementarlo en sus fines laborales, sino también personales, dentro de instituciones como la Policía Federal Preventiva, la Agencia Federal de Investigación, la Secretaría de Seguridad Pública, y posteriormente en las empresas privadas de seguridad que constituyó en Estados Unidos.
La manipulación de la información como turbina de propulsión ante las figuras presidenciales panistas y sus respectivas esposas, hizo que este hombre pudiera meterse hasta los cuarteles donde se toman las decisiones importantes para el país. De este modo, y acumulando tanto poder, fue que el ex-secretario calderonista pudo hacer lo propio en ese México alterno donde los ríos de sangre y dinero son cosa de todos los días: el mundo del narco.
Pero esto no se hace de forma solitaria, se necesita de un grupo de manipulación con manos y oídos en todas las latitudes del territorio nacional y más allá de las fronteras; justo este documento de 293 páginas detalla una larga lista de nombres de los hombres y mujeres que lo llevaron a organizar un monstruo tecnológico de seguridad en pos de sus fines personalísimos para acumular obscenas cantidades de dinero y poder. Por otro lado, podía dar la cara con sus inmaculados trajes y decir que estaba dando una lucha frontal, cuando más bien se trataba de una lucha paralela sirviendo a distintos bandos antagónicos.
Además de los nombres de conocidos (y no tan conocidos) narcotraficantes, políticos y jefes de seguridad (algunos hasta hoy vigentes en la vida pública del país), esta investigación también perfila el mundo de posibles venganzas y ajustes de cuentas que cobraron la vida y la libertad de los hombres que intentaron interponerse en su camino de asenso al poder. Helicópteros y aviones con personajes importantes volando en pedazos o incluso una larga serie de personajes que fueron inculpados de crímenes que no cometieron con tal de conservar esa imagen que vendió a los medios de comunicación a punta de arreglos en las penumbras, montajes y series televisivas con poco impacto en la teleaudiencia.
García Luna, el señor de la muerte, perfila ese México no tan lejano de supuesta bonanza económica en los gobiernos panistas que se logró no solo por las mayores ganancias petroleras en décadas, sino por la venta indiscriminada a empresas trasnacionales de hectáreas de tierras comunales y zonas naturales para la extracción minera a precios irrisorios.
Pero el problema no terminó ahí, ya que mucha gente comprometida con la salvaguarda de esos sitios terminó asesinada, así como aquellos empresarios y trabajadores que cayeron víctimas del pago del derecho de piso ejercido por las organizaciones criminales que ampliaron sus tentáculos de extorsión a las empresas dedicadas a la minería. Y esto, claro, tolerado por las instituciones de seguridad comandadas por el Secretario de Seguridad Pública.
Si bien este libro brinda un panorama del México sangriento que nos heredaron los pasados gobiernos y que hasta el día de hoy sigue cobrando vidas, también nos advierte del peligro que es seguir teniendo en las instituciones de gobierno, policiacas y militares del país, a hombres y mujeres relacionados con el grupo de García Luna.
Si bien este libro brinda un panorama del México sangriento que nos heredaron los pasados gobiernos y que hasta el día de hoy sigue cobrando vidas, también nos advierte del peligro que es seguir teniendo en las instituciones de gobierno, policiacas y militares del país, a hombres y mujeres relacionados con el grupo de Genaro García Luna.
El estilo literario y periodístico de Francisco Cruz hace que este libro dividido en 18 capítulos fluya de forma natural, mezclando recreaciones de momentos clave en la vida de García Luna, con narraciones generadas a partir de declaraciones de agentes cercanos al grupo de Luna, así como de citas a otros libros y documentos oficiales.
Esta investigación es un texto de gran valía para comprender al hombre que hoy está siendo juzgado en Estados Unidos por sus nexos con el crimen organizado y que en México tiene una investigación pendiente por lavado de dinero y malversación de fondos de instituciones federales. Pero no solo eso, también es un documento que nos abre los ojos ante la podredumbre que tiene cooptados a los órganos de impartición de justicia que han demostrado no ser únicamente lentos e ineficientes, sino corruptos a todo lo largo y ancho del país, aún en estos tiempos de la autonombrada 4T.