En tiempos en que la industria cinematográfica vive sus peores momentos por culpa de la pandemia, aún existen bastiones en donde el cine puede vivirse a lo grande, ya sea por sus buenas historias o por ese leitmotiv que toda creación filmográfica debería aspirar a tener: dejarte con el corazón latiéndote en la boca a todo momento. A mi parecer El diablo a todas horas cumple con ambas premisas.
El nuevo filme del director neoyorkino Antonio Campos, corresponsable de series como The Sinner o The Punisher, es una tremenda historia inspirada en el libro The devil all the time, de Donald Ray Pollock, una obra literaria de corte gótico rural del siglo pasado ubicada en las regiones centrales de los Estados Unidos. Con una trama de cruce de caminos, aquello que podría ser el inicio de dos tramas románticas al interior de una clásica cafetería norteamericana después del regreso de un joven de la guerra, se torna en un tremendo drama con tintes de película de horror, tragedia y redención.
Al modo de The place beyond the pines, de Derek Cianfrance, protagonizada por Ryan Gosling, esta cinta cuenta un drama generacional donde los gatillos narrativos accionados por los padres desencadenan historias que habrán de solucionarse mucho tiempo después por alguno de sus descendientes. Pero no solo eso, también recuerda a películas de gran manufactura como Road to perdition de Sam Mendes, donde un asesino a sueldo interpretado por Jude Law, contratado para terminar con un matón de la mafia, también es un artista del horror, justo como Carl y Sandy Henderson (Jason Clark y Riley Keough) en este filme, que realiza montajes fotográficos realmente tétricos con las víctimas de sus asesinatos.
Pero vayamos por partes, se trata de una película de diversos protagonistas en los que la casualidad y el mal acechante son las personalidades impersonales siempre latentes. La trama primero se enfoca en el joven Willard Rusell (Bill Skarsgard), traumado por una experiencia brutal en la Segunda Guerra Mundial, al ver a su capitán de tropa crucificado vivo y devorado por las moscas. Willard regresa a su pueblo para enamorarse de la primera chica que lo atiende en un merendero de paso. Su trama pasa ligeramente cerca de la de un asesino serial en ciernes que esa misma mañana conoce a su compañera de crímenes, una chica no menos adorable que también trabaja en el merendero.
Lo interesante de este filme colmado de villanos es que muestra sus rostros humanos, los mismos que utilizan para cubrir sus fechorías y vilezas.
Esta primera historia narra también, entre líneas, el discurso de cómo romper el libreto prefabricado por los padres puede acarrear grandes tragedias. Como el mismo Willard que, tras rechazar el destino matrimonial propuesto por su madre con una chica huérfana del pueblo, termina casándose con una mujer que enfermará de muerte, y la chica huérfana termina liada con un predicador demente que vierte jarrones de arañas en su propio rostro ante multitudes para dar testimonio de la grandeza de su creador. Ambas historias no terminarán bien con el diablo rondando a todas horas.
En una época donde los despojos de la guerra sembraron en los Estados Unidos una oleada de asesinos seriales, surge la historia de uno de tantos miles de muchachos abandonados por el infortunio de sus padres, quien debe, sin así quererlo, cobrar las facturas que el pasado sembró con sus malas semillas. Tom Holland, conocido por su participación en el teatro londinense en su papel de Billy Elliot, además de su carrera como héroe de acción encarnando al joven Spider Man para la megalómana saga de películas de Marvel Studios, toma el papel de Arwin Rusell, el hijo de Willard, quien desde pequeño es enseñado por su padre a no tolerar el abuso de la gente de su pueblo, que por el simple hecho de no tener lazos con esa región en que todos son parientes de alguna forma, son tratados como basura. Gracias a su entrenamiento militar y valentía, le enseña que para atacar a quien representa una amenaza para los suyos, es necesario esperar el momento preciso como un cazador con el fin de generar el mayor daño posible. Pero no solo le lega eso, también le deja a su partida un gran sentimiento de culpa ante la religión que no es capaz de curar o revivir a la gente querida a punta de rezos o sacrificios realmente crueles.
La historia de Arwin, más que mostrarnos una interiorización hacia sus sentimientos, nos empuja a mirarlo como ese dado que la esperanza se juega ante las peores adversidades. Mientras su familia se derrumba de la misma forma en que su fe por la humanidad, el timón de las casualidades del destino lo toma como su arma de venganza ante lo torcido y lo corrupto: ante las figuras falsas que lucran y abusan en nombre de la fe, ante las amenazas mortales que son la gente retorcida y ventajosa, así como de aquellos renglones torcidos de la ley que rige a la vida entre los humanos.
Lo interesante de este filme colmado de villanos es que muestra sus rostros humanos, los mismos que utilizan para cubrir sus fechorías y vilezas. También la forma en que el director, quien coescribió el guion con su hermano Paulo, acota los rasgos más significativos de la novela de Ray Pollock para generar un montaje intenso. El filme parece tener un ritmo no tan vertiginoso, pero el director sabe cronometrar con maestría la narrativa cinematográfica rindiendo homenaje de buena manera al género noir tan clásico del cine estadounidense.
Algunos datos interesantes sobre el filme es que tres de sus actores: Bill Skarsgard, de origen sueco, Tom Holland y Robert Pattinson, de origen inglés, se esmeraron para generar un acento convincente muy propio de las zonas centrales marginales de los Estados Unidos a mediados del siglo XX, con la ayuda de maestros especializados de dialecto, además de materiales audiográficos de la época, como es el caso de Pattinson, quien optó por hacerlo sin couch alguno para interpretar a un predicador abusivo con una gran capacidad de oratoria.
Otra particularidad fue que Antonio Campos convocó al autor de la novela a fungir como el narrador en la voz en off de la película. Ray Pollock nunca antes había hecho un trabajo de tal envergadura, además de que se estrenó en la literatura hasta los 45 años, después de pasar casi toda una vida como obrero recolectando historias en su mente, hasta que tomó un curso de creación literaria que cambió su vida por completo.
Aunque Holland funge como el hijo de Skarsgard en la película, nunca les toca participar juntos en cuadro, por eso es que repasaron el guion juntos para que Tom pudiera generar todo ese sentimiento de abandono y fortaleza tras su pérdida que lo empuja a convertirse en un vengador implacable.
Sin duda, este es uno de esos filmes que hará voltear a la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos para su entrega de premios Oscar, además de los diversos certámenes internacionales de cine en el mundo. Con un reparto formidable y una historia sólida y cautivadora, El diablo a todas horas es un filme creado para permanecer por muchos días dando vueltas en la mente de sus espectadores en Netflix.