Me encontré con el ilustrador Ricardo Peláez Goycochea y conversamos sobre el panorama de la narrativa gráfica mexicana, particularmente sobre el origen y realización de la adaptación a novela gráfica de El complot mongol, que cuenta con viñetas del escritor Humberto Crosthwaite quien fue el artífice de esta novela, un trabajo hecho con el corazón, las tripas y la seriedad del artista comprometido desde su trinchera que hace un destacado homenaje al libro que Rafael Bernal escribió en 1969, para fortuna de los lectores y seguidores de las historietas.
El estilo gráfico de Peláez se basa en personajes que navegan por submundos urbanos, paisajes contaminados y polvosos, alegorías del mundo rural y la pobreza incrustada en la metrópolis mexicana. Por más de veinte años ha ilustrado entrevistas, ensayos, artículos que analizan los conflictos contemporáneos, pero también le ha dado un lugar a la exploración de la pintura.
Dedica su labor a la historieta y a la ilustración profesional. Junto a otros ilustradores underground que formarían parte de proyectos como Taller del Perro y El Gallito Inglés (más tarde Gallito Comics) publicación de la que también forman parte otros dibujantes como Edgar Clement, José Quintero, Ricardo Camacho y Víctor Real. Muy al estilo de este colectivo, los dibujos de Peláez tienen una marcada influencia de los dibujantes sesenteros Robert Crumb o Jean Giraud “Moebius”.
Peláez explica que en México no hay una tradición de entender o de reconocer a la novela gráfica con una seriedad editorial, se le sigue considerando sólo como un producto juvenil. Sin embargo, este trabajo puede ser un parteaguas. Y lo es desde que el Fondo de Cultura Económica decidió darle un lugar a un libro de estas características con un tiraje de 6 mil ejemplares, editada en gran formato, en pasta dura y con ilustraciones en blanco y negro.
¿Cómo fue la travesía que vivió esta adaptación de El complot mongol?
El proyecto pasó por varias manos y el origen se dio por una propuesta del escritor Luis Humberto Crosthwaite, quien lo planteó como proyecto al Centro Cultural Tijuana, antes del año 2000. Se trataba de una colección de novelas mexicanas adaptadas a la historieta, sin embargo, nunca se concretó. Luego lo retomó Facundo Burgos, que era editor de una sección de libros de la Editorial VID, y fue ahí donde yo comencé a trabajar en el proyecto que sería una miniserie de cuatro tomos, de los cuales solo salió uno.
¿Cómo fue el acercamiento con VID?
Facundo Burgos se acercó con el grupo que colaborábamos con El Gallito Comics, pues observó que en México no había casi nada de historieta de autor en ese entonces, y en uno de los encuentros que tuvimos, le comenté sobre la propuesta que tenía con Crosthwaite la cual fue bien recibida por él y no tardamos en comenzar a trabajar la miniserie de cuatro revistas en VID. Posteriormente sale Facundo de VID y nuevamente queda trunco el proyecto.
¿Cuándo se retomó el proyecto?
Fue alrededor de 2007 cuando Andrés Ramírez, que en ese entonces trabajaba en Random House, se acordó del proyecto, me llamó y me propuso que lo concluyéramos en esa editorial, ya con un buen financiamiento, sin embargo, nunca llegan a acordar los términos, debido a que Planeta es quien tiene los derechos de la novela de Rafael Bernal. Entonces ellos tenían que llegar a un acuerdo para la adaptación a historieta, pero por algunas cuestiones personales Planeta no accedió a dar los derechos.
El proyecto quedó prácticamente concluido, como en un 95 por ciento ya en la versión que acaba de salir, a diferencia de VID que era a color, en esta se editó a dos tintas y en un solo volumen. Es a raíz del aniversario del natalicio de Rafael Bernal, que Tomás Granados, que bien sabía del proyecto, lo retoma para hacerlo a modo de homenaje ahora en el Fondo de Cultura Económica. Tomás se da a la tarea de hablar con la gente de Planeta y llegan a un acuerdo para que sea coedición, algo inédito, porque el Fondo nunca había coeditado con Planeta y nunca había editado historieta. Gracias a eso y al impulso que recibió de la gente del FCE por fin en 2015 se concluyó.
Este fue un reto profesional muy distinto al que realizaste en tus trabajos anteriores.
Mi trabajo, en concreto, no se diferencia mucho de lo que había hecho antes en términos sobre todo éticos.
¿Cuál fue la intención primordial?
Yo no hice este trabajo con una intención distinta a la de todos mis proyectos, todas las historietas que publiqué en El Gallito, pues para mí es un continuo profesional, pero por supuesto es un proyecto de mucha mayor trascendencia por lo que narrativamente para un dibujante significa hacer una historieta de tantas páginas, de estas características. Primero, porque es una novela que por su importancia en la literatura mexicana requería un trabajo de una seriedad y de una responsabilidad profesional muy grande.
Hay un sector que le tiene un aprecio especial a esta novela.
Claro, y para estar a la altura del cariño que la gente le tiene a la novela había que tener un cariño y una entrega profesional incuestionable, porque cualquier desilusión al lector respecto de lo que conoce de la novela, iba a ser un rotundo fracaso. Entonces, por un lado, el reto ético y profesional que para mí significaba, es muy grande. En ese sentido es para mí un continuo y un asunto profesional especial, pero para fines de la historia reciente o lo que pase en la narrativa gráfica mexicana no me corresponde hablar a mí, porque no tengo parámetros.
¿Consideras que este trabajo con el Fondo de Cultura Económica representa un hito en la narrativa gráfica mexicana?
Un hecho concreto es que precisamente, al ser editado por el Fondo de Cultura Económica, con la calidad y la edición con la que se hizo, efectivamente es un hito histórico editorial para el Fondo y en consecuencia para el medio editorial mexicano y la narrativa gráfica mexicana, porque es una editorial con una labor histórica incuestionable, es una editorial seria, es una editorial que viene de editar los grandes clásicos de nuestra literatura.
¿Qué tan sufrida es la labor del historietista mexicano?
Generacionalmente los colegas que pertenecemos al núcleo, quienes nos formamos en El Gallito en esa época, por ejemplo, Edgar Clément, Alejandro Camacho, etcétera, los autores de la misma generación, tuvimos ventajas y desventajas, es decir, ventajas porque éramos reyes tuertos en tierra de ciegos, porque muy poca gente quería hacer lo que nosotros estábamos haciendo. Acabamos teniendo una visibilidad y un reconocimiento debido principalmente a ser los únicos que nuestra calidad era algo fuera de serie; digamos que nuestro trabajo tenía una calidad buena en el contexto de lo que era el medio editorial historietístico en ese momento que el referente que era la industria: los sensacionales, el Libro Vaquero, el cartón político y demás.
En ese sentido lo que nosotros estábamos proponiendo narrativamente era algo totalmente diferente, era una historieta de autor, un discurso mucho más personal, temáticamente diverso entre sí y coincidíamos en que era una historieta personal, la historieta que cada uno quería leer. Esas eran las ventajas de ser los únicos en un medio editorial totalmente desértico para este tipo de propuesta narrativa gráfica, y en este sentido fue clave el papel de Víctor del Real con el inicio de El Gallito para que se viera expuesto nuestro trabajo.
¿Qué tan necesaria es la unión entre el gremio de historietistas en México?
Algo decisivo para realizar de la mejor manera nuestro trabajo era que cada uno le admiraba y le aprendía a los demás algo, intercambiábamos mucha bibliografía, comentábamos mucho las cosas y esa suerte de retroalimentación gremial informal fue muy decisiva para nuestra formación profesional porque permitió un diálogo, una autocrítica y una interlocución creativa que nos permitió crecer y desarrollarnos. A pesar de que el grupo que nos formamos en El Gallito está haciendo cosas por separado, aún conservamos algo en común: una creación hecha de cara a nuestra realidad, una creación que toma en cuenta la realidad que estamos viviendo sin panfleto y con una militancia activa política, a diferencia de los cartonistas que sí tienen un sesgo político y una orientación más nítida en una u otra dirección. Nosotros hacemos una creación con una prioridad esencial hacia la calidad artística y creativa, dos elementos que podría distinguir el trabajo que hacemos.
¿En qué proyectos trabajas actualmente?
Lo más importante para los tres años siguientes son dos libros que tengo que hacer porque me dieron la beca del Sistema de Creadores. Propuse dos adaptaciones de novelas mexicanas: una que se llama La sombra de Pan, del escritor mexicano Sergio Monsreal, que se trata de una novela juvenil muy bien escrita a lo Sherlock Holmes; la otra es una novela de la escritora Verónica Murguía, llamada Aulilla, que fue publicada el mismo año que La sombra de Pan. Estos son mis dos proyectos que propuse para el trabajo con la beca, eso me va a tener un tanto ocupado. Personalmente también en una cosa en la que estoy muy involucrado es en la Asociación Mexicana de Ilustradores la cual agrupa a mucha gente que trabaja con la imagen en general, yo soy el encargado del área de profesionalización.
Juan Carlos de León
(Ciudad de México, 1981) Periodista. Ha publicado entrevistas, reseñas, cuentos y algunos poemas en revistas mexicanas e internacionales. Actualmente trabaja en una agencia de noticias, fuma y tiempo atrás se dedicó al boxeo amateur.