¿Cuántas voces femeninas quedaron perdidas en el canto cardenche de Sapioriz, Durango sin ser entrevistadas o documentadas? En este ejido de la Comarca Lagunera ha predominado durante décadas la presencia masculina, pero en el pasado sobresalieron mujeres como las hermanas Mariana y Otilia Elizalde, quienes también mantuvieron con vida la tradición de este antiguo canto campesino. A Ofelia, descendiente de ambas, le ha sido cedida la estafeta.
Los Cardencheros de Sapioriz, un conjunto cuya voz ha sonado en rincones geográficos como Nueva York, Washington y París, es una agrupación conformada por Antonio Valles, Guadalupe Salazar, Higinio Chavarría y Fidel Elizalde. Ahora cuenta con un nuevo elemento: Doña Ofelia, hermana de éste último, con 66 años de edad, madre de dos hijos y abuela de seis nietos, quien lleva la experiencia en la sangre por parte de sus padres. Con los padecimientos de la longevidad que los acechan y el fallecimiento en julio de 2018 del anterior integrante, Genaro Chavarría, está consciente del papel que tiene que jugar sin ser ninguna novata o tratar de “llenar zapatos grandes”; su talento es notorio al momento de interpretar las tradicionales pastorelas y las canciones clásicas del repertorio. Ofelia cuenta parte así su historia:
“Nosotros crecimos escuchando cantar a nuestros padres. Los escuchamos entonando canciones en el hogar. Siempre lo tengo grabadito en mi mente. Éramos muchos hermanitos y la pobreza de aquellos tiempos de mi niñez a lo mejor no fue tan dura como la de mis otros hermanos mayores porque dormíamos ocho en un cuarto y las mujeres todas juntas y los hombres juntos. Y por consiguiente, mis papas ahí».
¿Cómo era su vida anteriormente?
Cuando uno ya es adulto mayor, en mi caso, ya completamos con poquitas horas de sueño, dormimos noche y despertamos muy temprano y ya no nos dormimos. En estos tiempos ya hay muchas cosas que hacer. Por ejemplo, si yo me levanto a las 5 de la mañana y no hay luz, puedo poner mi lavadora, o planchar, o ver la tele o mi celular. En ese entonces no había nada más que pura familia. Mis padres despertaban a esa hora y se ponían a platicar acostados mientras llegaba la hora de ir a trabajar, pero en el inter ellos entonaban sus canciones cardenches. Si todos estábamos en el cuarto escuchábamos. Mi mamá hacía su quehacer y estaba entonando y cantando, se ponía a coser, a hacer sus servilletas.
Yo me casé de 24 años y en el rancho una persona así casi “se estaba quedando”, porque se casaban de 14, 15 años. A esa edad yo ya era muy grande. Pegada a mi mamá le aprendí canto de pastorela, de misa, de rosario, de todo lo que ella cantó, yo lo canté. Mis hermanas aprendieron también, pero a mí se me dio más. Por eso, mi hermano a falta de sus otros compañeros, me hace la invitación. Le dije: “no sé si vaya a poder, hermano”. “¿Por qué?, si tú te sabes las canciones”, me dijo. Una cosa es que las haya entonado con mis papás y otra que yo cante, o que yo en una de las voces de ustedes hombres, pero vamos a hacer la lucha”. Por ejemplo, Higinio Chavarría, sobrino de Don Genaro en paz descanse, es producto de un taller, donde otros jóvenes aprendieron, pero solo él ha incursionado. Yo no tuve la necesidad porque ya lo traía, era sólo de echarlo a volar.
Una vez le pregunté a su hermano por qué las mujeres de Sapioríz no se sentían motivadas a cantar, en parte fue por las obligaciones maternales, ¿pero de ahí en más a qué se debió?
Porque en el tiempo de mi mamá ellas tenían muchos hijos, uno atrás de otro, y aparte la mujer era para la casa. Para tener un hijo atrás de otro no se veía que fuera para eso, que tuviera la libertad de cantar. Sí podía, pero en un lugar religioso y los otros eran exclusivos de hombres, ni siquiera se pensó. Yo tuve una tía llamada Otila que le decían “Ticho”. Mi mamá y ella siempre estaban entonando, se la pasaban juntas y asistíamos con ellas, cantábamos las canciones o “alabados”. En mi época de joven, digamos de 18-20 años a mí me gustó siempre cantar, canté canciones de mi tiempo, mi juventud. También sé un poco de guitarra, tenía un hermano menor que yo y él aprendió primero, a él lo enseño un señor mayor. Yo también iba a la labor de mis abuelitos y había unos árboles grandotes a donde nos íbamos en la tarde a cantar. Entonces el canto yo lo he traído desde siempre.
¿Usted considera, Doña Ofelia, que tiene una responsabilidad especial por ser la única mujer que ha entrado al grupo? Porque el público se ha acostumbrado a verlos sólo a ellos y esto es algo disruptivo.
Sí me siento con una responsabilidad porque las mismas personas me lo han hecho sentir. El tono de voz de una mujer le dio un giro al canto cardenche. Las personas me han dicho que le dio un toque diferente. Sí me siento con una responsabilidad de hacer quedar bien al grupo y más que nada porque sé que si mis papás vivieran ellos estarían contentos.
Está bien tener esa actitud más allá de lo que piensen los demás, o “que van a decir de mí en el rancho”, o esas cosas que nunca faltan.
No, hay un señor que le dijo a mi hermano: “a mí no me gusta”, y él le dijo: “Usté es muy libre”. Nosotros cantamos sin saber si le vamos a gustar o no a las personas, pero tratamos de hacerlo bien.
Y ustedes no van a pedir permiso a ellos.
Sí y esa es mi responsabilidad. Yo le dije a mi hermano que iba a entrar, pero le pedí que me dijera si la armo o no, pero no los voy a hacer quedar mal. Le dije: “Si tú piensas que yo no la hago, así le dejamos, porque yo no quiero que ustedes por mi culpa el grupo vaya a cambiar”. Si de algo les va a servir mi voz, adelante y esperando quedar bien a ellos y que mis papás estuvieran contentos.
Ese es un pensamiento muy motivador y no faltará quien tenga envidia en el pueblo.
Pero no era un hombre de la comunidad. A la persona que le gusta, le gusta y la que no pues nomás no se acerca y ya, pero envidias pienso que no hay. La nuestra es una comunidad donde todos nos llevamos muy bien. Mis amigas me decían que por qué no entraba si yo sabía cantar. Yo decía: “¿por qué me voy a meter si son puros hombres, si es así cómo voy a entrar como mujer? Mi hermano decía que si les preguntaban que por qué, les iba a contestar que ya no completamos. Los otros compañeros ya no pudieron.
Sé que primero está este obstáculo como mujeres y sé que ha habido una serie de malas circunstancias que han cambiado como que Don Genaro murió.
Y mi compadre Toño se enfermó de sus pulmones. Excepto por Higinio, los jóvenes no se han animado a cantar, pero les damos la oportunidad. Si ya no hay nadie, que lo sigan de otra manera. Hay otros grupos que preguntan por el cardenche, pero no hay ninguno que lo cante como acá. Otros le están haciendo cambios, como lo que está haciendo Juan Pablo Villa con su Coro Acardenchado. No es que no se pueda hacer tal cosa, se le respeta, es con una buena intención. Él ha tenido muchas atenciones, no las ha hecho nomás porque las quiera hacer y eso es bueno. Lo hace bien.
Dice que la estuvieron motivando sus amigas. ¿Usted personalmente tuvo esta motivación de “yo voy a asumir un papel distinto y lo voy a hacer lo mejor que pueda?
Empecé a sentir el deseo, sino sentí el deseo de saber si podía con las canciones cantadas, no entonadas. Ponía el celular para grabarlas. La canción entera no la sabía, pero con una letra y otra gracias a Dios las cantamos. Fidel me dijo: “¡Ya ves hermana, si puedes!” Donde me las pongan brinco (se ríe).
¿En estos meses como ha visto la respuesta del público?
Bien. Creo que es la sorpresa o el ver a una mujer en el grupo, llama la atención una mujer cantando cardenche, que hace que la gente reaccione favorablemente y todo eso. A mí me hace ver que está bien. Yo solita ensayo. A mí me gustan las cosas con grado de dificultad. Yo canto con la voz “contraalta”, que ya no se da el requinto porque la daba Genaro, estamos cantando cuatro personas, pero nos estamos ayudando. Fidel da la segunda, Higinio le ayuda y a mí con la “contraalta”.
Al menos su familia sí la ha apoyado
Principalmente mi esposo, Rafael Valenzuela, que es músico, pero de norteña; se llaman Los Cadetes de Matamoros, ahorita no está en el rancho, a veces ellos salen y duran días afuera. Él me dijo: “Si crees que puedes, échale ganas. Usted váyase, con confianza”.
¿Cómo han cambiado las cosas en Sapioríz?
Los maridos ya confían más en sus mujeres, sí les dan más libertad. Hay muchas señoras que ya trabajan por la necesidad, primeramente porque tienen un chorro de niños y la vida es difícil. Si, por ejemplo, mi hijo le da permiso a su esposa de trabajar es porque le tiene confianza, eso antes no se usaba, hasta hace unos 40 años, ni muchos, ni pocos años, porque la mujer era de la casa, orita no. Yo nunca trabajé afuera de mi casa, confeccionaba ropa ahí en el rancho. Antes de casarme sí, tuve una hermana, que Dios la tenga en un lugar especial, ella no quería y me ayudó. Ya casada pues ya no. Sí trabajé, pero en mi casa, sólo con mi máquina de coser.
¿Cómo es su vida cotidiana?
Yo me levanto a las 6 de la mañana, me encargo de los animales, les echo paca, les llevo sus tambos de agua, eso en cuanto a ayudarle a mi marido. Cuando tenemos la siembrita le encanta andar en la labor, quitar la maleza, además de las obligaciones de la casa. Le ayudó a él a su trabajo, él cuida un ranchito a lado del río aparte de ser músico y el patrón nos presta un pedazo para sembrar. Nosotros sembramos chile.
Cuénteme cómo es que sabe tocar guitarra
Mi hermana me la regaló cuando yo tenía 18 años, todavía la toco. Yo pertenezco a la adoración nocturna de la iglesia y es ahí donde yo canto. Soy una mujer de iglesia.
¿Qué expectativas tiene a futuro con otro año, su trabajo?
Yo lo único que le pido a Dios es que nos conceda vida para salir adelante, le pido mucho por mi hermano y también por los demás y seguir hasta donde me sea posible con ellos.