Durante un viaje por carretera me puse a escuchar el disco Desde la cantina, del grupo Pesado. Se trata de un disco grabado en vivo en el Pilo’s Bar, algo así como nuestro Grand Ole Opry, nuestro altar a la música norteña; un lugar que se ha convertido de culto para los seguidores del género. El disco es un homenaje a la historia de la música norteña, donde distintas figuras cantan al lado de un grupo que considerado como uno de sus últimos grandes representantes.
Cuando escuché “Tragos amargos”, una de las joyas del disco, cantada al lado de Eliseo Robles, me vino la idea de que esta canción era el auténtico blues norteño. Se trata de un lamento, una canción en la cual los sentimientos se dejan a flor de piel, sin ningún filtro de por medio, al igual que en el blues. Pero además, escuchando con atención pude darme cuenta que el trabajo que hace el acordeón acompañando los finales de estrofas, ocupa el mismo espacio que las frases de guitarra que se utilizan en el blues entre una estrofa y otra. En muchos de los casos la fuerza con la que entra un acordeón es la misma con la que entraría cualquier guitarrazo de BB King, por mencionar alguno. Esta música es de canto popular y generalmente habla sobre el dolor y los sentimientos más profundos y heridos del ser humano. O, por otro lado, cuenta historias o anécdotas que ocurren en los pueblos o con sus personajes. De nueva cuenta, igual que el blues.
Muchas veces he escuchado a una cantidad considerable de personas quejarse porque el norte de México, y específicamente Nuevo León, es una región donde a la gente le gusta la música de acordeón. Lo mencionan como algo despectivo e incluso se trata a esta música con algo de desdén. Eso es falso. Si la región sólo diera para eso entonces nunca hubiera aparecido un movimiento como la Avanzada Regia, o incluso numerosas bandas de metal, ya que la escena regiomontana tiene su propio lugar en la historia nacional de ese género. El punto es que renegar de la música norteña es renegar de nuestra propia cultura. En una ocasión, platicando con el cantante y compositor Jaime López, me decía que para él la música norteña era el auténtico rock mexicano, por su fuerza y crudeza.
Ahora, el problema es que figuras de la talla de Ramón Ayala, Cornelio Reyna, Eliseo Robles, Luis y Julián Garza, Los Líricos de Terán, Los Rancheritos del Topo Chico, Don Chayo de Los Cardenales de Nuevo León, Los Traileros del Norte, Los Cadetes de Linares y otras agrupaciones, no tienen el reconocimiento que deberían en relación a su trascendencia. Es decir, sí, son muy populares y al menos en esta región se sabe quienes son. Pero hace falta estar conscientes de que todos ellos son parte importante del desarrollo de un género musical que refleja toda una cultura, la del norte de México. Algo más importante que la fama es cómo la música que ellos han aportado ha trascendido culturalmente en la sociedad.
Todos ellos son parte de la historia de la música popular norteña. Y solo entendiendo eso podremos darnos cuenta que esta, nuestra música, está en crisis. La música norteña se ha encaminado hacia las corrientes del pop y la balada dejando a un lado la tradición y perdiendo mucho de su identidad cultural. Si bien hay bandas jóvenes, ya no se está componiendo música norteña siguiendo esta línea. No hay compositores jóvenes y no hay grupos emergentes que puedan tomar la estafeta. Hace muchos años que no sale alguna canción que le gane el paso al tiempo y a las modas. Hace tiempo que eta en crisis la música norteña, nuestro propio blues norteño.