De Reasons to be Cheerful se desprende el álbum American Utopia, cuya gira está a punto de alcanzar tres escenarios mexicanos (México, Guadalajara y Monterrey). Tres oportunidades de escuchar a uno de los artistas que más influyeron a la generación actual de músicos independientes, un hombre del renacimiento.
Por: Paulino Ordóñez
Well, how did I get here?
David Byrne, “Once in a lifetime”
En la contraportada del disco en vivo de Talking Heads, Stop Making Sense (1984) (soundtrack de la película del mismo nombre, dirigida por Jonathan Demme), se leen algunas preguntas: ¿por qué dejar de tener sentido?, ¿de dónde vienen los movimientos extravagantes?, ¿por qué un traje grande? Éstas parecieran evidenciar lo que David Byrne se ha propuesto a lo largo de su carrera artística: crearnos extrañeza y maravillarnos en ella, ante lo absurdo convertido en arte.
Talking Heads fue ese grupo de la escena punk neoyorquina que, incluso sólo con verlos, rompía con el estereotipo que apenas estaba formándose. Mientras que Richard Hell afirmaba pertenecer a la generación vacía vistiendo ropa sostenida apenas por seguros, los Ramones aceleraban el rock n’ roll de los cincuentas y principios de los sesentas en su uniforme de chamarras de cuero, jeans y tenis, y Blondie y Patti Smith daban dos versiones muy diferentes de feminidad en el rock, una sensual y otra aparentemente asexuada, Talking Heads eran juzgados de pretenciosos, usando frases en francés en “Psycho killer” y luciendo como estudiantes universitarios.
De hecho, el núcleo de Talking Heads se conoció en la Rhode Island School of Design: Chris Frantz, Tina Weymouth y David Byrne fueron compañeros de universidad hasta que este último abandonó “porque los pobres son mejores que el resto”. Ese es el tipo de declaraciones David Byrne suele hacer, similares a esas frases que hacen memorables sus canciones, como “me enamoré de una hermosa carretera”, u “odio a la gente cuando no es amable”. Otro ejemplo: “I wish I was a postcard”, la segunda línea de “Everybody’s coming to my house”, primer sencillo de su más reciente álbum American Utopia (2018). Nacido en Escocia en 1952, David Byrne fue un niño tímido y curioso que de grande quería trabajar de cartero para leer las tarjetas postales en su saco mientras hacía sus entregas. Gracias a sus performances como estudiante y a su personalidad errática, a The Artistics, primera versión del grupo, solían llamarle “The Autistics”. Años después, Byrne escribió en su diario: “era un chico peculiar… Asperger, supongo”.
En un periodo de 15 años, Talking Heads añadió a su música elementos punk, new wave, funk, disco, latinos y africanos, pero desde el principio ésta fue clasificada como art rock; terminaron contando con piezas de artistas como Robert Rauschenberg, Howard Finster y Ed Ruscha para sus discos. Andy Warhol fue uno de sus primeros fans famosos, además de Lou Reed. Brian Eno tituló una canción suya “King’s lead hat”, un anagrama del nombre del grupo, y Susan Sontag fue vista en uno de sus conciertos. David Bowie le confesó a Byrne imitar su forma de cantar en el tema “DJ”; nada mal para alguien que, en palabras de un crítico musical, sonaba como si estuviera a punto de gritarle a su mamá.
Byrne capturó la atención del público y fue identificado como líder del trío, pronto convertido en cuarteto al integrar a Jerry Harrison. Sus ideas, dentro de la música y fuera de ella, incluyen frecuentemente referencias a las pequeñeces y ridiculeces de la vida contemporánea estadounidense, y no tardó en convertirse en ícono cultural americano: alguien a quien escuchar lo que tenga que decir, aunque parezca un disparate, como entrevistarse a sí mismo o hacer música con edificios. Tal fue su reconocimiento que en 1986, la revista Time le dedicó su portada, nombrándolo “hombre del renacimiento” por su trabajo como músico, cantante, compositor, cineasta, actor, escritor y fotógrafo, entre otros. El acontecimiento abrió una grieta más en la siempre lastimada relación con sus compañeros de grupo, especialmente entre él y Tina: hubo allegados que creían que esa tensión era porque ella estaba enamorada de Byrne, aunque fuera la mujer de Chris, el baterista.
A la par de su trabajo con el grupo, Byrne compuso la música para The Catherine Wheel (1981), obra de la coreógrafa Twyla Tharp y colaboró con Brian Eno en el disco My Life in the Bush of Ghosts (1981), quien produjo tres discos para Talking Heads (25 años después, Byrne y Eno volverían a editar un álbum firmado por ambos, con el título Everything That Happens Will Happen Today (2008)). Dirigió la película True Stories (1986) y el documental sobre religión africana en Brasil llamado Ile Aiye: The House of Life (1989). El afamado director Bernardo Bertolucci vio True Stories en un festival de Florencia, donde los asistentes se levantaron de su asiento para bailar en los pasillos, a lo que afirmó: “ése es mi sueño, hacer que la gente baile frente a una de mis películas”. La experiencia hizo que el italiano solicitara a Byrne la música para The Last Emperor (1987), junto a Ryuichi Sakamoto y Cong Su, por la que ganaron un premio Óscar; Ennio Morricone y John Williams estaban nominados también, éste último dos veces.
Para cuando Talking Heads dejó oficialmente de existir, Byrne ya había editado su primer disco solista, Rei Momo (1989), de ritmos latinos como salsa, cumbia, merengue y son cubano, editado por su propio sello, Luaka Bop. Con él, ha difundido artistas fuertemente influidos por las raíces musicales de sus países de origen, muchos de los que sin duda Donald Trump calificaría como “shitholes”, como hizo a principios de 2018 para referirse a Haití, El Salvador y países africanos. Ante los cometarios racistas del presidente de Estados Unidos, David Byrne no se quedó callado y compartió con sus seguidores una breve crítica acompañada de una playlist de música de África y del Caribe. No sorprende entonces su proyecto multiplataforma actual, llamado Reasons to be Cheerful: un intento de contrarrestar el clima político y social de nuestros tiempos con expresiones alentadoras que pueden tomar cualquier forma: charlas, textos, canciones o presentaciones, entre otras, con la intención de brindar esperanza a quien les preste atención.
De Reasons to be Cheerful se desprende el álbum American Utopia, cuya gira está a punto de alcanzar tres escenarios mexicanos: el Teatro Metropólitan de Ciudad de México (3 de abril), el Auditorio del Pabellón M en Monterrey (5 de abril) y el festival Corona Capital en Guadalajara (7 de abril). Tres oportunidades de escuchar a uno de los artistas que más influyeron a la generación actual de músicos independientes, un hombre del renacimiento, y preguntarse: ¿de dónde vendrán esos extravagantes movimientos?