Apresuramiento juvenil
Jorge Cantú de la Garza regresó a Monterrey en 1981, y vendría a inyectar de nuevos y brillantes proyectos culturales (sobretodo literarios) a la capital del estado. Leyó la última antología publicada sobre poetas de Nuevo León en ese momento, y como a toda antología le encontró ausencias; una muy notoria eran los autores que habían surgido de la revista Kátharsis. Entonces hizo dos cosas: La primera, le reclamó a Humberto Salazar (uno de los autores de dicha antología) dichas ausencias y la segunda, le propuso hacer una nueva y ayudarlo a publicarla. Cantú aprovecharía su habilidad como gestor y promotor de proyectos y políticas culturales y Salazar remediaría su “apresuramiento juvenil”, como él mismo lo aceptó. Con la aparición de Diecinueve poetas contemporáneos de Nuevo León se realizaría entonces un valiosísimo reajuste y rescate de la historia poética de esté árido reino. La revista en cuestión había salido esporádicamente entre 1955 y 1960, y la mayoría de sus protagonistas habían emigrado a la ciudad de México. Isabel Fraire, Gabriel Zaid, Carmen Alardín y Ramiro Garza figuraban ya y eran reconocidos nacionalmente. En resumen, la “sugerencia” de Cantú de reunir a los poetas que participaron en las dos revistas literarias que formaron a dos generaciones extraordinarias de autores, visualizaría y agregaría la personalidad primera de la poesía contemporánea que se escribe desde aquí.
No se escribe poesía impunemente
Cantú y Salazar realizan la mayor apuesta que se ha hecho en una antología nuevoleonesa, revitalizar y nombrar desde el principio, poniéndola al día. La selección misma de los autores fue una opinión sobre la poesía, afirmaron los antólogos y desde ese momento Ramiro Garza, Carmen Alardín, Andrés Huerta, Horacio Salazar Ortiz, Isabel Fraire, Gabriel Zaid, Hugo Padilla, Arturo Cantú, Homero Garza, Ario Garza Mercado, Salomón González Almazán, José María Lugo, Ernesto Rangel Domene,Jorge Cantú de la Garza, Gloria Collado, Miguel Covarrubias, Homero Galarza, Juan Leyva Sánchez y Alfonso Reyes Martínez son identificados como los precursores de la poesía contemporánea nuevoleonesa.
Asiduos a la confidencia
Tiempos de lectura (y de relectura) después, estos autores y sus poemas nos siguen habitando, y nos siguen mostrando rutas, ya que leer es una especie de tránsito. Cito a Heidegger: “El ser humano recorre los más largos trechos en el más breve tiempo y deja atrás las más largas distancias y de este modo pone ante sí a una distancia mínima, la totalidad de las cosas”.
Una antología debe presentar, o pretenderlo al menos, unos grados de selección reconocibles y que en definitiva sean los pilares de su construcción. Habrá mucho de donde agarrarse para criticar a una antología: el gusto del antólogo, o el ‘era lo que había en ese momento’ (o lo que se conocía). Yo quiero, como lector y como escritor, sentirme heredero de una estafeta práctica llamada poesía regiomontana. Aquí está bien representada, y aunque fue una antología hecha en respuesta a otra, en definitiva hay que entender que los mejores poemas son los que nos gustan más.
Se han roto los relojes
La poesía es el presente. dijo Octavio Paz, y ahora probando los sabores añejados en un alambicado corazón, la poesía -lo compruebo- es el momento. Si estos autores se propusieron o no asumir una paternidad por sus circunstancias para con la historia de la literatura es lo de menos, lo importante es que se pueden saborear gracias a este libro los textos de Arturo Cantú y redescubrir los de Isabel Fraire. Si nos acercarnos a un concepto muy de antólogos que es la “aproximación” (para encontrar o descubrir o presentar) se podría entender amablemente cómo el tener a estos autores cerca, y cuando uno tiene cerca a la poesía, pues definitivamente la cosa va mejor.
La evolución de las especies poéticas
Más allá de los empeños de alto alcance, las antologías son, en resumen, “una auditoría contable”. Los autores seleccionados, aunque no tiñeron a sus textos de la circunstancia social de aquella época (La Revolución Cubana, el Movimiento de Liberación Nacional, la polémica Sartre-Camus sobre los intelectuales, la revolución de Argelia) y los antólogos hicieron una lectura en conjunto, y llegaron a la conclusión de que los autores de Kátharsis son cultistas y los de Apolodionis están más por el lado confesional. Como lector estoy de acuerdo, y son de las cosas que se agradecen. Con una pequeña orientación ya sabremos si la tomamos o no, y en este caso la lectura individual de los autores nos orientará más. Esto lo digo en el sentido estricto de que las antologías ejercen (o deben de ejercer) una inercia lectora, a la que debemos estar obligados o condenados. Aquí hay diecinueve razones.