monica carrillo
COLUMNAS   

Árido Reino


Defender el género y resistirse al arresto.

Mónica Carrillo, como bien dice en la cuarta de forros de su libro, es poeta sin necesidad de predicarlo, y nos permite sentir paladear y vivir a la poesía haciéndola nuestra.

OPINIÓN

Mónica Carrillo, como bien dice en la cuarta de forros de su libro, es poeta sin necesidad de predicarlo, y nos permite sentir paladear y vivir a la poesía haciéndola nuestra.

Por Armando Alanís Pulido

monica carrillo1 Atender la queja que nos aqueja

Soy un creyente  fervoroso de la poesía y distingo por supuesto la creencia emotiva (esa que se le pide al artista) de la creencia filosófica. Pero aquí quiero decir más bien que creo en sus efectos y entiendo que quien la asume, retorna, se contrae, avanza hacia un lugar que puede ser una casa o una ciudad o un país o un cuerpo; cualquiera que sea el asunto, sobre eso se insiste y quiero visualizar sin pretender congraciarme con asunto s de género  y de igualdad con la poesía escrita por las mujeres. Y aclarando que sí me asumo como un defensor de género en la literatura lo haría como defensor del género de la poesía.

2 Acceso a la poesía

Mónica Carrillo ha publicado seis libros de poesía. En los términos de los que hablé al principio ella insiste y la tomo a ella como ejemplo porque hay voces que desaparecieron después de emocionarnos: Lindy Giacomán, Malena Múzquiz, Ana Márquez por citar a algunas autoras). Pero cuando uno escoge recorrer los caminos poéticos la insistencia nos obliga a veces a navegar por instrumentos, y de repente uno se encuentra ante un letrero que no sabemos bien si advierte, sugiere o invita. En él se lee con letras muy claritas: “Acceso restringido”, y entonces Mónica, viajera en el tren de los recuerdos, entiende el mensaje, lo sabe y se sabe y se dedica a escalar espejos enjabonados, y al mismo tiempo se estremece al descubrir (y descubrir para nosotros) la suavidad de los versos, esos con los que hará que las cosas más ásperas se soporten.

Cuando uno admite ausencias, cuando uno conversa consigo mismoc sana sus heridas, ata los cabos sueltos del amor. Y aquí, de entrada, los textos de Carrillo cumplen su cometido, cumplen porque acuden puntuales y nos sacuden; en este libro la poesía es vasta, crea, nutre y responde súbitamente, y a veces (¡auch!) cómo duelen las caricias.

Mónica Carrillo escribe con el corazón, e invoca y desaparece al aludido en sus historias (a la aludida también, ya que algunos poemas están escritos desde una voz masculina). Mónica sabe que le tienen tomada la medida, por eso se resiste al arresto y nos arrastra a percibir y recibir el trato donde se nos trata de explicar las mil intenciones de una sonrisa, o la efervescencia necesaria para rasgar una mañana, esa, previa a la noche que nos permitirá ya con la inercia ser luminosos.

3 Lo que digo de mí lo digo de ti

Aludiendo al epígrafe del segundo capítulo, que dice “Y lo que digo ahora de mi lo digo de ti”, del poeta norteamericano Walt Whitman, no puedo están tan más de acuerdo. ¿Por qué? Porque somos las palabras que dicen lo que somos, porque el amor es también un perro viejo, porque sabemos exactamente descifrar eso que se nos agolpa en la sangre y Mónica sabe que como que nos falta algo: Un recuerdo, una postergación, una ausencia, un último recuerdo; y este libro tiene esa comunicación que propicia encuentros.  La autora también sitúa su discurso -acalorado- (pude decir caliente) en el universo del cuerpo, ese no-lugar que sin exigir nos exige sentirnos vivos de todas las maneras que sean posibles. Entonces, todo se vuelve tentador, y en la persistencia de las palabras se establece en el azar un domicilio, y se inventan destellos que lo edifican. Yo observo y celebro la irrenunciable vocación de una poeta amatoria que no se condiciona, ni nos condiciona con los reveses que propinan el acto, el deseo, el sueño, el delirio cuando amamos y extrañamos a alguien o cuando odiamos a alguien que alguna vez amamos. Por eso fluye la disposición de los sentimientos desde lo más profundo de un corazón que se expresa única y exclusivamente con autenticidad.

4 El deseo de ser poema

La poesía, es decir, los efectos de la poesía, se encuentran -palabras más palabras menos- en la sensibilización. No hay de otra, es cierto habrá quién critique, habrá quién ignore, eso es inevitable, pero también lo es palpar lo cotidiano de la manera más provocadora posible, la queja que nos aqueja, la inquietud que nos conmueve, la desesperación muchas veces repetida, y lo que a sorbos nos alimenta y nos nutre. La implicación, el deseo de ser poema para vivir en tu boca y morir en tu mirada, ese deseo aquí sin ninguna duda se cumple.

Al principio les hablaba de la creencia hacia la poesía, de sus efectos, y modifico ahora -no mi creencia-, modifico solo una letra para cambiar efectos por afectos. Porque, como dice TS Elliot preguntándose si es la emoción la que influye al poema, y volviéndose a preguntar si no será el poema quien despierta esa emoción y pone al poeta consciente e inconscientemente en comunicación con ella. A fin de cuentas Elliot solo quería resumir que la poesía es comunicación, porque el poema hace entrar a su autor en comunicación consigo mismo. Le da acceso, pues, y Mónica Carrillo, como bien dice en la cuarta de forros de su libro, es poeta sin necesidad de predicarlo, y nos permite sentir paladear y vivir a la poesía haciéndola nuestra.


Acceso restringido
Mónica Carrillo
Oficio ediciones
2013.