La semana que cerró el viernes, para fines de horas “hábiles”, ha sido especialmente recurrida. Más de lo que me gustaría recordar. Entre niñas con Asperger gritándole a los líderes mundiales, Aniversarios de desapariciones forzadas, de ligas disidentes, magnicidios, sismos en Pakistán y en Estambul. Es fácil para cualquiera ahogarse entre las noticias y los alaridos. Pero si de perderse y gritar hablamos, quizá la nota más llamativa de la semana es la que tiene como centro el gran tantrum de Maluma.
Como muchos sabrán para hoy, especialmente quienes dieron click para leer más sobre esto, existe una ceremonia de entrega de premios (acto ya anacrónico por default), con gran tradición en Estados Unidos (y una parte de México) llamada “Los Grammy”, quienes desde hace un tiempo (año 2000) tienen un capítulo dedicado a premiar y dar exposición a la “música latina”, o lo que sea que los responsables de la organización y curaduría de estos eventos y campañas consideren música latina.
Y la edición de este año, próxima a celebrarse, nominó una cantidad de actos y productos proporcional a sus alrededor de 50 categorías, entre las cuales no estaba incluido el trabajo corriente de Juan Luis Londoño Arias (Maluma) y algunos de sus compañeros de gremio y lenguaje de producción. Evidentemente, sobre música, anacronismos y pleitos, tanto La Zona Sucia como un servidor, suelen tener algo que decir. Y por eso, haciendo eco de los famosos cinco puntos de nuestro paisano Adal Ramones, compartimos las siguientes impresiones:
1. ¿Los Grammys? ¿Los quienes, pariente?
Cómo público y music fan, llevo mucho tiempo de no prestar atención o tomar mucho en cuenta ceremonias como los Grammy, los Emmy, los Oscar, etcétera. No se puede ser tan individualista como para afirmar que carecen de importancia solo por ello, aun y cuando también sea una postura general altamente compartida por los aficionados y no aficionados a la música.
¿Quién mira los Grammy y para qué, entonces? No es una pregunta retórica, es real. Es un punto importante en toda esta discusión. Hace 30 años, los Grammys (incluso después, los latinos) eran un punto de referencia, para el grueso de los fans mexicanos. No solo eran una ventana a músicos y creadores de calidad internacional, también eran un monitor de aquellos cuya distribución sería más apoyada y probablemente accesible para nosotros (En el MixUp o algún almacén musical). Una posibilidad para encontrar influencias, inspiración, otras notas que comparar con nuestros consumos y prácticas cotidianas, encontrar inspiración e ideas nuevas.
Por mil razones, ni los sistemas culturales ni el negocio de la música, siguen más este mismo modelo vertical. Ahora todo eso, podemos hallarlo también con el móvil, igual en el sudeste asiático que en el mundo árabe o en Asia central. Esto tampoco quiere decir que los Grammy o las premiaciones hayan dejado de importar absolutamente o que deban ser eliminados, sino -spoiler warning- que ahora funcionan un tanto más básicamente cómo juntas/megafiestas de negocios y plataformas para generar y orientar tópicos, y/o conversaciones políticas. Y esta, puede pensarse, es la verdadera comezón de Daddy Yankee y sus hijos, más que considerar realmente que el “reggaetón” o el tipo de mezclas que él y sus colegas trabajan, estén subrepresentados.
2. Los politics de la industria y sus cadenas distributivas.
Entonces, si en el milenio pasado, este tipo de premios o reconocimientos, implicaba darle o confirmarle a alguien el status de estrella global (a la debut en “Siempre En Domingo”) y nos indicaba a quienes nos convenía estar viendo u observando para estar “en el momento”, ¿qué implica hoy y en qué medida?
Examinando los Oscares, por ejemplo, un año negros y el otro mexicanos, pareciera que este grupo de players en el mundo del cine, producen, privilegian y exponen sus producciones, de acuerdo con una postura en la que, entre otras cosas, se intenta responder la posición del presidente Trump sobre temas étnicos, migratorios y de política interna. Proporcionalmente claro, parece que los Latin Grammy han tenido siempre una arista en la que se busca primariamente a las poblaciones hispanas en el interior de EU, e incidentalmente a otras fuera, para tomar una posición atractiva para ellas, encontrar una forma de comunicarles cosas que encuentren relevantes.
Una cosa es el reggaetón-reggaetón, los puns sociales, el bellaqueo, la explotación sexual y las marcas de agua tribales. Otra es la baladita, el dancehall, el feature marquetero, el remix de Akon o el versito con Beyoncé o Madonna. Maluma puede agrandar el cuarto todo lo que quiera, sigue bastante más cerca de Alejandro Fernández que de Wisin y Yandel.
En ese tenor, el año pasado, se premió como álbum del año a un álbum “sobre México” y precisamente de Luis Miguel, el año del estreno de la exitosa serie basada en su vida y en la que no se cansó de repetir su apego adoptivo por este país. De modo que los legendarios Grammy, considerando esta década y el poco o mucho tiempo que les quede por vivir, no pueden pensarse sólo como reconocimientos.
La “entrega de premios” parece más bien un conjunto de sugerencias, incluso indicaciones oportunistas para el top of mind, que aprovechan con mucha conciencia las coyunturas. En 2017, “Despacito” también destacó en distintas categorías. Y precisamente esta canción/mash-up, además de representar la entrada incuestionable a los headlines, podría hacernos detener y darnos luz sobre la diferencia entre el reggaeton de quienes están protestando los Grammys de este año y el reggaetón de quienes bellaquean y no son complacientes. One myth to debunk, for starters.
3. ¿De qué hablamos, cuando hablamos de “reggaetón”?
Como hemos dicho antes en LZS, hay de “reggaetoneros” a reggaetoneros. Y aunque nos refiramos así, por comodidad, a figuras como Daddy Yankee, J.Balvin o Nicky Jam, cuando lo hacemos quizás hablamos más de música urbana, música pop, sonidos mainstream y globalistas. O al menos, claramente en una línea sensiblemente diferente al contenido de intérpretes como Tomasa Del Real o el mismísimo Tego Calderón.
Una cosa es el reggaetón-regaetón (lo ñero y marginal), los puns sociales, el bellaqueo, la explotación sexual (no necesariamente heteronormada) y las marcas de agua tribales. Otra es la baladita, el dancehall, el feature marquetero, el remix de Akon o el versito con Beyoncé o Madonna. Maluma puede agrandar el cuarto todo lo que quiera, sigue bastante más cerca de Alejandro Fernández y hasta el 90’s Pop Tour, que de Los Extraterrestres de Wisin y Yandel (antes de que los sentaran esposados en La Voz México)
Y aunque esto es a título muy personal, me parece que es otro de los mitos que está en juego entre líneas en esta discusión: Daddy Yankee habla de su inquietud sobre cómo la organización de los Grammys tratan “al género (del reggaetón)”, como si la lucha fuera acerca de este y su sensibilidad marginal, cuando probablemente lo que les preocupe sea tener menos protagonismo en la conversación sobre el pop latino y “lo étnico”, que propuestas más jóvenes, más audaces o más globales e incluyentes que las suyas. Incluso sí, quizas mas “gender fluid” (whatever that means), si no este año, los que vengan.
4. ¡Maluma, baby!
Por cierto, y a propósito de Maluma. Solo este mes es la segunda vez que llora en público, Uno pensaría que el mes patrio mexicano lo conmueve (fuera de broma, todos deberíamos hacer como él y llorar en público más seguido). La última vez esta semana, por todo el “fucking heart” que le puso a una de sus recientes canciones y que considera merece aún más reconocimiento del que ya tiene. Lo curioso es que la vez anterior, lloró por la emoción de compartirnos su “legado”, de que luchar por los sueños rinde frutos. A veces, en el caso de estrellas monstruosas del pop, como él, en un avión privado.
Justo lo que el mundo necesita: más aviones privados para trasladar celebrities. En México las aerolíneas que los trabajadores usamos para viajar están tronando entre escándalos por corrupción y malos manejos. Pero podemos estar felices porque si Maluma cumplió su sueño, quizás también nosotros podamos, algún día, comprarnos un avión (aunque no todos los años podamos usarlo para ir a los Grammy, porque no todos los años nos invitan).
Parecemos recordar y tener interés en los Grammy sólo cuando un “reggaetonero” hace un reclamo o defiende su trabajo y/o su sensibilidad. Es casi como si realmente no nos interesara la música o los reconocimientos, sino que nuestro problema fuera con personas o ideas particulares que consideramos “indignos”, de acuerdo con nuestros parámetros.
De Greta Thunberg por ejemplo se dice, y se puede decir, que llora y con sus lágrimas mantiene limpio su premio Nobel, etcétera, etcétera. Pero ella llora porque considera que las condiciones geológicas presentes y futuras del planeta no le permitirán disfrutar su vida (ni a sus pares ni a quienes vienen detrás), como la disfrutamos muchos durante el siglo XX. Tampoco ella fue nominada a ningún Grammy (aún), ni por su approach al black metal. Quizás debería estar más furiosa.
Maluma entonces, llora porque se compró un avión. Y también porque se esforzó tanto en producir sus canciones (junto con algunas otras 20 o 30 personas) que considera un agravio personal que por un año los Grammys no hablen de él en términos centrales. Una tragedia. Como si en Grecia, la India o Egipto no sonaran él, Enrique Iglesias y/o Shakira; por cierto y a propósito de la supuesta falta de representación y exposición que tiene alrededor del globo, la música pop que Maluma hace, independientemente de si lo premian en el gabacho o no.
5. Red de redes: el tribunal viviente.
Aunque, por supuesto es lo que nosotros estamos haciendo también, este tipo de noticias siempre suscitan confrontaciones en nuestras redes sociales. Especialmente cuando se trata de “reggaetón” o lo que sea. Y para terminar un poco estas reflexiones, quisiéramos enfatizar que, en ningún momento, ningún “tipo de reggaeton” o “tipo de pop” está siendo señalado en esta entrada como menos merecedor de reconocimiento o producido con menos calidad, contenido o ganas (con la pertinente precisión de que “los reggaetones”, entre las músicas pop, son especialmente violentos y misóginos, aunque no lo único o lo más).
Pero la última “vuelta” en esta discusión sobre premios, reconocimientos y música latina, es la que se da cuando el tema llega a nuestros teclados y nos pronunciamos, ya sea a favor del reclamo de los señores en cuestión, o en las diversas formas que, en contra de todo lo que ellos hacen y representan, hablamos de como “el reggaetón” (o lo que ellos hacen) no es música, es música “gacha”, para “pobres”, para “animales” y/o que no debería de ser considerada por ningún árbitro de la música o el marketing musical, ni escuchada por millones de personas en centenas de países.
Lo curioso, es que de forma comparable a como nos interesa y nos informamos de la Comisión de Cultura y Cinematografía de la Cámara de Diputados, principalmente porque nos enfurece que Sergio Mayer Bretón esté en ella, asimismo parecemos recordar y tener interés en los Grammy, cuando un “reggaetonero” hace un reclamo o defiende su trabajo y/o su sensibilidad. Es casi como si realmente no nos interesara la cultura, el cine, la música o los reconocimientos, sino que nuestro problema fuera con personas o ideas particulares que consideramos “indignos”, de acuerdo con nuestros parámetros.
¿Será esto así o quizá más bien yo tengo una forma acomplejada de ver las cosas? Esto nunca se puede o debe descartar cuando uno es (auto)crítico y consciente de ser un gran quejón. Como sea, habrá que ver si el próximo año hay Grammy, considerando que el calentamiento global o el interés general en ceremonias para ciudadanos senior no incida en esto.
Habrá que ver si el tópico y el gane general se relaciona con Ozuna, Camilla Cabello o Cardi B, o si se dirige más bien a personajes como Los Planetas, Ile o Gaby Moreno. Habrá que ver quién se enoja con quién y de qué va el pleito, porque alguien se va a enfadar.