Hurgarnos detenidamente
Si pudiéramos suspender el tiempo y dejar colgado algún momento de nuestra existencia, seguro aparecería una boca, la piel, una mirada que ordena el mundo y unas manos que lo acomodan. Desde el comienzo de este libro el lector debe de estar preparado para ser seducido, si así no fuese mejor.
Lo que se ve desde las vitrinas del lenguaje está claro. algo brilla, algo sale en todas direcciones y nos rodea; entra por la puerta de salida o ¿sale por la puerta de entrada? Cuestión de enfoques. Es decir, sacar el silencio, ese que cuesta, ese capaz de narrar nuestro fallido circo interior o distinguir y darle nombre a el átomo encendido que convierte los ojos en memoria de la manera más exitosa.
Habitada de furia
La poesía es una boca que nos engulle, (a veces por hambre, a veces por antojo) la poesía es la sombra que traemos pegada día y noche, es nuestra oscura silueta (a la que no cualquiera le encuentra lo luminoso), pero la autora contempla, porque contemplar es vivir, y describe y representa acariciando ferozmente a las palabras.
La experiencia de la carne es belleza derramada, porque aunque Dalina se prometa no escribir ese poema, está condenada a captar ese movimiento donde la luz revela la descomposición del aire. Esa energía, sí, esa que la rodea en todas direcciones y que puede traducir cualquier contacto. Flores Hilerio es capaz de ordenar, de extraer de esos sueños que nos agitan, de esas pasiones, de esas urgencias, la tormenta más sutil o la altura más inmensa o la recompensa que todos andamos buscando…
En el rigor de espíritu que se intuye en estos textos se observa cómo se trasciende de un estado de ánimo que se va expandiendo en asociaciones, hay deleite en la inspiración. Cito:
Recordé la vida antes de ti.
La luz ardía en mis manos
y la risa era un timbre sonoro.
Mis ojos ya no laten.
La sangre tiembla
se agosta en un rastro de humedad.
La prisa de tu beso dilata mi latido.
Muero en la ruta de tu aliento
pájaro sin alas ni destino.
(«Eco de nube», pág. 34)
Dalina Flores supera el lugar más común del enamoramiento, porque nombra la emoción que la habita con una conciencia poética que se llama conjuro. Así se abalanza sobre la noche, sobre el sueño sobre un aliento, sobre una nube, sobre un abrazo; actúa con plena conciencia en el acto: Traza los ojos que ven el universo.
Ecos de una ficción de la memoria
La lectura de este libro me hace (nos hace) creer que son buenos tiempos para el alma (y para el cuerpo). Advierto entonces que todo se resuelve en las palabras (en la poesía) cuando se tiene confianza en ellas, porque son ellas quienes reconcilian al mundo en su armonía original y nosotros no somos más que un par de dados que ruedan más allá del filo de la mesa; pero el albur (albur de amor) afortunadamente es el poema.
Flores Hilerio es claramente una poeta del deseo, de esas que seleccionan las que serán nuestras palabras e imágenes amorosas favoritas. La sangre fluye en sus versos, la sangre hierve, el bienestar esta a nuestro alcance cuando la poeta nos redescubre, nos restaura el ánimo. Definitivamente a veces no sabemos qué hacer antes de leer un libro de poesía, pero sí sabemos lo que hay que hacer después Dalina nos lo recuerda: convocándonos a iluminar las noches porque mientras la luz tiembla el amor es el que ve.