El año inició con una breve pero intensa (y esperemos que inacabada) discusión sobre el sentido democrático de la institución pública encargada de la gestión y fomento de la cultura y las artes en el estado de Nuevo León.
Antes de entrar en el tema, es pertinente recordar que este organismo fue creado a partir de un conjunto de esfuerzos cuyo objetivo era tener una vinculación más horizontal entre la sociedad, comunidades artísticas e instituciones estatales encargadas de procurar y fomentar la cultura y las artes en el estado, y que desde su creación ha experimentado grandes logros así como profundos tropiezos. Parece que nos encontramos en uno de estos últimos, por lo que es necesario dialogar, reflexionar y conectar ideas sobre la situación en la que se encuentra el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo León (CONARTE)[1]
Como ocurre normalmente a inicio de cada año, en la primera sesión del consejo, una de las tareas más importantes es aprobar el presupuesto anual destinado a sus diferentes actividades (operación, proyectos estratégicos, financiamientos al desarrollo artístico, entre otros). No obstante, este año se inició en medio de una turbulencia generada a través de redes sociales, ante la noticia de que era posible que se hicieran modificaciones que podrían impactar negativamente la participación democrática en el organismo.
De manera muy esquemática, lo que parecía iba a ponerse en discusión es la forma en la que se manejarían los presupuestos anuales para los rubros antes mencionados (aquí retomo un texto de mi autoría publicado en redes horas antes de la sesión, como parte de la preocupación que nos movió a muchos a querer participar de lo que estaba ocurriendo). Nos enteramos algunos por conocidos, otros por medios informativos, otros por los propios vocales de que existía una propuesta por parte de la estructura administrativa de CONARTE por agrupar en una sola bolsa los recursos que hasta ese momento eran gestionados de manera “independiente” por cada gremio artístico (música, teatro, cine, fotografía, danza, literatura, plástica). Hasta el día de hoy, el destino de estos presupuestos se ponía en las manos de comisiones conformadas por 5 integrantes: 3 miembros de CONARTE y 2 vocales de cada una de las comunidades artísticas antes mencionadas, con el objetivo de revisar y acordar cómo ejercer y poner a disposición de las y los artistas estos recursos.
Esta propuesta tiene varias implicaciones, entre las que menciono aquí sólo algunas:
1) Aunque no pretende eliminar la figura de las y los vocales de las distintas disciplinas artísticas, de aprobarse, esta acción puede entenderse como un retroceso que contraviene el espíritu original de contar con un consejo plural que tome decisiones de manera abierta y con la intervención real de la representación de las comunidades artísticas a través de sus vocales.
2) La centralización de parte del presupuesto -que hasta ahora era manejado por comisiones- en una sola bolsa presupuestal limita la capacidad de intervención real de la representación de las comunidades artísticas a través de las vocalías, relegando éstas a un trabajo -limitado- de asesoría sobre las asignación de recursos, desdibujando así la importancia de su participación en la toma de decisiones sobre temas vitales para el quehacer artístico.
3) Como resultado, es previsible el agravamiento de un distanciamiento -ya existente- entre CONARTE y distintos sectores de las comunidades artísticas. De igual manera, la asignación de presupuestos puede verse sujeta a criterios discrecionales por parte de las administraciones en turno; a la toma de decisiones alejadas de comunidad artística y sociedad en general; y, en términos generales, al debilitamiento de uno de los pocos mecanismos de intervención real que tiene la ciudadanía, y en particular la comunidad artística, de participar en la toma de decisiones sobre el devenir de la cultura y las artes en el estado.
En efecto, el día llegó y se llevó a cabo una sesión maratónica de tres horas en las que los miembros de CONARTE hicieron todo lo que pudieron por entregar razones y justificaciones para la implementación de una “reingeniería financiera” que obliga al consejo a modificar un sinfín de procedimientos, entre ellos el presupuesto revisado por las comisiones y por los gremios artísticos. Por su parte, las y los vocales esgrimieron todos los argumentos a su alcance; llamaron a tener más tiempo para revisar con detenimiento la propuesta para considerar posibles alternativas, a consultar a las comunidades artísticas los que estaba ocurriendo, entre muchos otros, pero al final, el presidente de CONARTE llamó a “no detener la rueda”, a no detener esa inercia a la que estamos acostumbrados. Ya sabemos que en este mundo acelerado el que se detiene, aunque sea para reflexionar, puede perder todo.
Inclusive, y a pesar de que el presidente de CONARTE llamó y reiteró durante una de sus intervenciones su intención por fortalecer el diálogo y la vocación democrática del consejo, por lo menos en dos de sus comentarios se pudo ver otra postura en la que se ponía en entredicho la legitimidad de la representatividad de los vocales representantes del gremio artístico. Sin duda, este fue uno de los desatinos más grandes de las pocas intervenciones que tuvo y que podría entenderse como un desliz, de esos que ocurren cuando se anda un poco aprisa o cuando uno no desea detenerse. Pero es en estos deslices que se abren grietas para observar más allá del discurso propositivo y “democrático”.
La sesión tuvo aciertos y desaciertos, se informó y se aclararon cosas, pero la percepción de los representantes y de quienes tuvimos oportunidad de ver la sesión era la de estar acorralados frente a esa rueda que no se detiene. De los 26 miembros, 12 representantes de la comunidad artística, 12 de la sociedad en general, y dos lugares ocupados por el presidente del consejo y el secretario técnico, se necesitaba de una mayoría para aprobar la propuesta. La sesión se aprobó con 14 votos a favor (incluyendo alguna representación de la comunidad artística), 8 en contra y 4 abstenciones (incluyendo otra representación artística).
Al final la rueda no se detuvo, y lo que queda ahora es pasar el trago amargo, reagruparse y volver al diálogo entre comunidades artísticas para ver con qué recursos se cuentan para afrontar esta nueva realidad.
Por lo pronto me parece que es importante que como comunidad conozcamos a las y los vocales de cada una de nuestras disciplinas artísticas, informarnos y apoyarlas y apoyarlos para exigir que, desde su lugar en el consejo continúen, como lo hicieron en esta ocasión-al menos la mayoría de ellos-, velando por una importante figura de representación como son las vocalías. De igual manera,es importante como comunidad artística reflexionar sobre la relevancia de este tipo de mecanismos y de estructuras culturales con vocación democrática, de los cuales sólo quedan unas pocas en el país.
1 comentario en «¿Está en peligro el espíritu democrático de CONARTE?»
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