Con frecuencia uno se satura del entorno en el que se mueve, se fastidia de consumir, comer, leer, ver y escuchar lo mismo de siempre. Cada quién elige sus rutas de escape a partir de lo que considera más eficiente para hacerse de experiencias muy distintas. ¿Acaso no se trata de la pretensión esencial del arte? ¿Cuántas veces deseamos adentrarnos en parajes imaginarios sin salir siquiera de la recámara? Ahí están los libros, películas, cuadros, y, por supuesto, la música para conducirnos una y otra vez hacía lo desconocido y estimulante.
A veces quiero viajar hacía otros sitios sin salir de mi metro cuadrado; propiciar un viaje no precisamente detonado por los estimulantes sino por los sonidos y los silencios. Para ello uno va seleccionando a aquellos visionarios que con su arte nos llevan hasta lo inédito. He recurrido a esta pequeña digresión a partir de lo que me provoca la música de Chancha Via Circuito: una entrada a una dimensión alterna, una liberación.
Y es que a muchos nos devora la ciudad, nos ahoga y atosiga; hay días en que es imposible pisar el acelerador y alejarnos, entonces es cuando buscamos que otros tipos de naturaleza aparezcan, que se muestre una geografía sonora que nos libere y nos regale un poco de remanso. Una posibilidad maravillosa es la electrónica pastoral de un creador que reivindica el folklore latinoamericano y lo entrevera con una electrónica downtempo llena de detalles que aluden a la naturaleza.
Pedro Canale, el hombre detrás del personaje, lleva más de diez años depurando una propuesta que comenzó más cercana a la cumbia y que hoy día se alimenta mayormente de referencias andinas. Formó parte de la primera andanada de ZZK Urban Beats, que inicialmente organizaran fiestas y que derivó en un sello de gran impacto internacional. En aquel exabrupto de la cumbia digital estaba acompañado por King Koya, El Remolón, Tremor, Dick el Demasiado, El hijo de la cumbia y Villa Diamante; progresivamente se han ido sumando otros nombres: Fauna, El Búho, Frikstailers, Lagartijeando, Rumbo Tumba y, especialmente, La Yegros, proyectando el chamamé yendo y viniendo entre Argentina y Francia.
Más aventureros se fueron sumando; juntos dieron un fuerte envión a mezclas que variaban las intenciones e intensidades según cada artista –a unos les seduce la pista de baile, otros apuestan por el trance y los ritmos lentos y quebrados-; sobre esta segunda vertiente danza mayormente Chancha Via Circuito, aunque se da ciertas licencias en momentos y sube el beat.
Algo que es parte de Bienaventuranza (Wonderwheel Recordings, 2018) un cuarto LP con el que regresa tras cuatro años de su anterior entrega. A lo largo de su trayectoria, lo que inició como un proyecto basado en computadoras y caja de ritmo se ha ido convirtiendo en una propuesta en la que la ejecución de los instrumentos tiene un mayor peso específico en las piezas, por sobre las programaciones –a eso es a lo llaman algo más orgánico-.
Para clarificar los elementos, la prensa española charló con él durante el circuito primaveral de conciertos, y Pedro fue muy asertivo: “Vuelve a aparecer con fuerza el tema del universo andino: melodías ancestrales, que me hacen sentir que la música es más antigua de lo que creemos y hay una conexión a través de instrumentos como la quena o el charango con la tierra. Entiendo que se pueda calificar el disco como místico, pero tampoco es que haya nacido la idea por ahí: me interesa más la conexión de la música con la tierra, con el origen de las cosas y con la conexión de los seres a través del paso del tiempo”.
El reflejo perfecto de esta vertiente repotenciada se encuentra en “Ilalló”, en la que se une al flow del ecuatoriano Mateo Kingman, otro amante de los pueblos originarios y procedente de la región amazónica de su país. En la pieza destaca un arpegio de Pedro, que marca el rumbo, y luego viene el canto de invocación del vocalista, que cita a figuras religiosas sin perder el halo de un chamán primitivo.
No en vano Canale es un lector atento de las enseñanzas de Jiddu Khrishnamurti, una figura de la teosofía, una corriente filosófica que concentra todas las religiones y que busca la revolución psicológica. En El libro de la vida, el escritor y orador de origen indio apunta: “¿Es posible originar de inmediato ese estado de la mente libre, el cual no puede ser afectado por su propia experiencia ni por la experiencia de otros, ese estado de la mente incorruptible, sola? Únicamente entonces es posible dar origen a un mundo diferente, a una cultura y una sociedad diferentes donde puede existir la felicidad”.
Bienaventuranza es un disco que busca propiciar un estado mental de total exploración y que en lo musical se puede apegar a un folklore más expuesto –como ocurre en “Nadie lo riega”, donde suma la voz de Miriam García- o bien aplicar mayor fuerza a la secuencia rítmica digital en busca de un placentero bamboleo; así sucede en “La victoria”, en la que el canto corre a cargo de la colombiana Lido Pimienta y el flujo hiphopero es de Manu Ranks.
Se nota perfectamente que el proceso de composición partió de construir los temas en versiones acústicas y posteriormente doltarlas del complemento electrónico. Se trató de un largo periplo en que se acompañó de Kaleema y Federico Estévez para irlo madurando todo. Sin duda, juntos dieron un sitio preponderante a las flautas y otros vientos, que van marcando la pauta melódica. Es algo que en “Alegría” explota con exuberancia. Mientras que el tema de las colaboraciones se completa en “Niño hermoso”, en la que Gianluz nos cuenta la historia de la primera vez que un chico se mete al mar.
En suma, Bienaventuranza es un álbum lleno de fantasía que proviene del bosque, de la selva, del mundo natural. Canale pretende envolvernos y lo consigue. Se esforzó en encontrar el equilibrio entre los ecos y sonidos del pasado y una noción futurista de la música. El sucesor de Amansará (2014) establece un salto de calidad que está a la misma altura de Prender el alma, el disco con el que el ecuatoriano Nicola Cruz ha conseguido repercusión internacional para este tipo de fusiones.
A Chancha Via Circuito le han incluido en la folktrónica y el portal Resident Advisor le consideró “realismo mágico aural”; sea como sea que se le nombre, las propiedades de su música nos devuelven a la naturaleza y nos acompañan en el viaje –interior o exterior-. El escucha se transporta hasta allá donde su percepción y sensibilidad se lo permitan.