La barca de Chamín ya tiene que partir
Sin Roberto Cantoral jamás hubiese existido «La Barca», un tema cumbre de la canción romántica mexicana, pero sin Chamín Correa, no tendría ese requinto de apertura que ha sobrevivido a décadas de versiones.
Sin Roberto Cantoral jamás hubiese existido «La Barca», un tema cumbre de la canción romántica mexicana, pero sin Chamín Correa, no tendría ese requinto de apertura que ha sobrevivido a décadas de versiones.
En esta ciudad romana que quedó sepultada entre cenizas del Vesubio, la banda británica grabó un memorable concierto en 1971. Yo estoy de frente al Anfiteatro, imaginando que los estoy viendo tocar y sonrío feliz, en medio de grupos de turistas que van y vienen.
La soledad de quienes migramos cala más en momentos así, cuando una figura como Celso Piña muere y tú no tienes a tu alrededor a gente que lo entienda. También pasa en las fiestas, los códigos culturales son distintos, aunque no lo parezca. Se baila distinto, se escucha en diferente sintonía, la música es así: divergente aunque conciliadora.
En mi casa tenía un tocadiscos de esos grandes, de aquellos que parecían más una cómoda de gruesa madera. Así aparecen, sentado frente a ese aparato y sobre una alfombra, los recuerdos de los discos que atraparon mi atención por primera vez siendo aún más pequeño.
Pocos podrían asociar a Prince con un canto religioso andaluz, pero Los Planetas y el Niño de Elche lo hacen de manera magistral, entendiendo que la música está toda conectada entre sí.
Quienes esperaban una canción genial, que revolucionara el rock mexicano y rompiera las listas de popularidad, pecaron de inocentes.
Bien está lo que bien acaba, dicen. Hoy me despido de ti, Joan Manuel. Me has acompañado en un largo periodo de mi vida, pero voy cerrando ciclos y ahora toca el que ha tenido que ver contigo.
Tu celular suena. Respondes. Es la voz de una chica a la que estimas y quieres tanto, la que te habla, a larga, muy larga distancia; y te dice muy suavemente al oído: “Bowie ha muerto”.
Las despedidas también pueden tener música y letra. Esta va acompañada tan solo de unas guitarras acústicas y la voz profunda de Cash y, aunque lo primero que dice es “No te pongas triste”, es imposible no hacerlo cuando se trata de un adiós.
Cada vez que escucho “Labios Mojados”, es imposible no recordar mi época de preparatoria, mis lecturas y las divagaciones propias de esa edad.
Hay canciones que nos sacuden por completo y no tenemos idea del por qué, pero hay algo en ellas que conecta en lo más profundo de nosotros a través de las emociones.
Lo que hace poderosa a una canción es que conjunta la fuerza de la música con el poder de la palabra, cuando esto ocurre impacta de forma brutal en la experiencia y la vida de cada uno de nosotros.