Llegar a cien años inmerso en las letras no es fácil. Se requiere persistencia, tenacidad y sobretodo adaptación. Cualidades que forman el ADN del periodismo, son tan básicas como difíciles de encontrar en las nuevas generaciones, pero que desde 1919 yacían en las entrañas de El Porvenir.
El sonoro rugir de las imprentas y del teclado de las máquinas Underwood fueron en un tiempo la constante de avance y tecnología a favor del conocimiento. Ese olor característico a tinta, pólvora y alcohol impulsaba la narrativa de las historias de una redacción en un México que cambiaba con el mundo. En aquél lejano tiempo, términos como terabytes, HD a 60 FPS y millenialls eran tan ajenos como lo era una verdadera libertad.
Llegar a cien años inmerso en las letras no es fácil. Se requiere persistencia, tenacidad y sobretodo adaptación. Cualidades que forman el ADN del periodismo, son tan básicas como difíciles de encontrar en las nuevas generaciones, pero que desde 1919 yacían en las entrañas de El Porvenir.
En años recientes, el decano de Monterrey ha tenido que sortear tal vez una de las barreras más complicadas, esa que ha ido acabando con la vida de los diarios de todo el globo: la era digital. Fuerte como el propio Cerro de la Silla, El Porvenir se unió a la época de los ordenadores. Más allá de crear su sitio web, y a pesar de cargar con un estigma de decadencia, reformuló sus entrañas para abastecer de información en tiempo real a sus lectores.
En 2008, cuando ingresé a las filas de El Porvenir, era común dictar las notas para ser “subidas” al portal de noticias, pero no pasó mucho tiempo cuando la modalidad del reportero multimedia, ese que era utilizado en Europa, fue requerido en el edificio de Galeana 344 sur.
Una notebook con banda ancha, grabadora de voz digital, cámara semiautomática de 8 megapixeles y una videograbadora Flip HD se adhirieron al siempre inseparable bolígrafo, cuaderno y memoria de elefante. El Huracán Alex y la destrucción del Casino Royale fueron apenas dos de cientos de eventos que El Porvenir captó a través de las nuevas herramientas tecnológicas que revolucionaron los medios de comunicación.
A pesar de ello, los ingredientes básicos permanecieron en la estructura del decano. Intactos. Imperecederos. La emoción del reportero por ganar la nota al rival, el sacar avante la información sin importar las barreras.
Este 31 de enero, El Porvenir no sólo llega a un siglo de existencia. Afianza su carácter de leyenda que pocos en México pueden ostentar. Demuestra que sin importar brechas generacionales la constante es renovarse o morir, y aquí sigue, con nuevos ojos, nueva sangre, nuevos bríos. Por ello, larga vida a El Porvenir.