¿Qué sería de nuestros recuerdos y de la memoria sin la música? La respuesta que se me ocurre es que sin ella el rompecabezas nunca estaría completo porque faltaría una pieza muy importante en esa reconstrucción: las canciones de la ausencia.
Por: Homero Ontiveros
Haciendo un ejercicio de memoria, traté de evocar los recuerdos que tengo de mi familia; quise saber la manera que tengo de recordarlos. Por ejemplo, el primer recuerdo que se me vino a la mente sobre mi hermano fueron unos discos de Beastie Boys que escuchaba constantemente. Si pudiera definirlo a él con un disco definitivamente sería con el Ill Comunication. A mi padre siempre lo he recordado con las canciones de José José y una foto que se tomó un día con el cantante Nelson Ned. Mi hermano menor siempre estará en mi mente sentado en el sillón frente al televisor tocando la guitarra y viendo la pantalla al mismo tiempo. Y mi madre sin duda está dentro de la canción “You & Me” de Alice Cooper.
Es decir, si un día alguno de ellos me faltara, es seguro que los recordaría en parte a través de la música. Y es que esta no solo nos remite a algún momento específico o nos recuerda algún viejo amor; aún más importante que eso es el hecho de que la música nos ayuda a reconstruir la memoria, es decir, a no olvidar.
El libro La presencia de la ausencia, realizado por Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Nuevo León (FUNDENL), narra algunas historias de personas desaparecidas durante una de las épocas más violentas en México y en el estado, que fue entre el 2010 y 2013 aproximadamente; personas que fueron víctimas de una ola violenta sin precedentes.
Este libro se hizo con la idea de conocer quiénes son las personas desaparecidas, cuáles son sus gustos, aficiones y formas de ser, pero también para no olvidar. Y no es extraño leer en los relatos cómo una forma de recordarlos es a través de la música que escuchaban y les gustaba. En la mayoría de las historias hay algún recuerdo relacionado con ésta. Ya fuera que escuchara música vallenata, cumbias, electrónica o a El Gran Silencio, es un recuerdo que forma parte de ese rompecabezas que es la memoria y el cual los familiares tratan de armar constantemente día a día aún con el dolor de la ausencia.
La música, en ese ejercicio de no olvidar, preserva la historia, por eso no es raro que momentos del acontecer mundial queden registrados en canciones, incluso momentos tan lamentables y trágicos como las diferentes dictaduras que ha habido en el mundo. Basta escuchar, por ejemplo, “Los dinosaurios” de Charly García, para que la piel se erice sabiendo que le canta a los desaparecidos de la dictadura argentina, al igual de León Gieco y Ataque 77. Rubén Blades y su clásico “Desapariciones” o los regiomontanos de Viento Roots con “Juan Espera”, ambos temas sobre las ausencias causadas por la violencia de Estado. Panteón Rococó («1993»), Arturo Meza («Tú ya no estás») y Caifanes («Antes de que nos olviden») también han incluido esa temática en sus canciones.
Incluso en géneros como el grupero se ha utilizado la música para preservar la memoria de los desaparecidos, como la hace Intocable con la canción “Día 730” dedicada a las muertas y desaparecidas de Juárez. El tan criticado Komander habla en “Desaparecidos” sobre quienes cruzan la frontera. Y Traviezoz de la Sierra y Lenin Ramírez, tocan el tema de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. En los terrenos del jazz, la banda Friego compone un lamento en memoria de todos los desaparecidos y desaparecidas del país.
Incluso hay un disco llamado De vuelta a casa: Ayotzinapa somos todxs donde bandas y artistas como Belafonte, La HH Botellita de Jerez y De Pedro, entre otros, hacen canciones dedicadas a los estudiantes desaparecidos de la escuela normal rural como una manera de exigir justicia pero también para ahuyentar al olvido, como también lo hizo Café Tacvba con su tema “1,2,3”.
En una problemática de desapariciones forzadas, como lo ocurrido con los hijos e hijas de las Madres de Plaza de Mayo en Argentina, Andrea Suárez menciona en su tesis sobre música y construcción de la memoria colectiva que “la música se convierte en un vehículo de expresión y es útil como mecanismo para la elaboración de historias de vidas grupales, por consiguiente, es útil para el manejo del duelo social”
¿Qué sería de nuestros recuerdos y de la memoria sin la música? La respuesta que se me ocurre es que sin ella el rompecabezas nunca estaría completo porque faltaría una pieza muy importante en esa reconstrucción: las canciones de la ausencia, aquellas que escuchaba y compartía nuestro hermano, hermana, esposo, sobrino o amigo y con las cuales el lazo es infinito porque, como menciona Suárez, “la música no solo es portadora de recuerdos, sensaciones o situaciones, sino también constructora de una memoria colectiva”, esa que nos permite construir, exigir y no olvidar.