Gorilas en la niebla

Miguel Bosé – Cirque du Soleil – Juanes – Goldman

Gorilas en la niebla es una sección cuyo propósito es llamar la atención sobre algunos eventos y obras de cierto valor, ya sean fílmicas, musicales, teatrales o literarias.

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OPINIÓN

Por Gabriel Contreras

Gorilas en la niebla es una sección cuyo propósito es llamar la atención sobre algunos eventos y obras de cierto valor, ya sean fílmicas, musicales, teatrales o literarias. Se llama así, “Gorilas en la niebla”, por varias razones que no mencionaré.

Miguel Bosé

“Estaré” fue un concierto en el que se desplegó una especie de revisión-antología del cantautor español Miguel Bosé en Monterrey.

Se presentó en única función en el Pabellón M, y obtuvo una buena respuesta tanto con taquilla como en participación del público.

Miguel Bosé ha venido creándose un repertorio estructurado en torno a la balada pop a lo largo de ya cuarenta años.

Ante el paso y el peso de los años, en “Estaré” Miguel Bosé se dio a la tarea de reinventarse algunas de sus canciones, aplicándoles elementos y dotaciones inesperadas, ligadas por ejemplo al tango o a la milonga, y conservando de ellas la fama, la letra y un poco de su melodía, pero -en general- convirtiéndolas en “otra cosa”, un poco en la ruta de Bob Dylan, que a veces cambia tanto sus propias canciones, que necesita explicarle –revelarle- al público qué canción cantó.

Pero más allá de este repertorio, garantizado por la proyección y la fama ganadas a lo largo de cuatro décadas, Miguel Bosé ha apostado por una visión tecnológica interesante, poniendo en juego una especie de “cine en vivo”, al darle la oportunidad de “mover las manos” al director de cámaras, y hacer de su espectáculo-macro una especie de concierto-íntimo (tipo unplugged), al trabajar mucho de su gestualidad y sus detalles de actuación bajo la lupa de un seguimiento en close up muy limpio, minucioso y eficaz. ¿Qué cantó? Bueno: pues cantó lo de siempre. Lo importante, en este caso, es el cómo, no el qué.

Cirque du Soleil

Séptimo día, el espectáculo del Cirque du Soleil en torno a Soda Stereo, se presentó en la Arena Monterrey como parte de un repertorio escénico que, de tan desigual, acaba por generar curiosidad.

Después de muchos años de trabajo y de armar shows bajo direcciones muy diversas, el Cirque du Soleil no ha parado de repensar, reelaborar y replantearse las cosas. Sus rasgos mayormente distintivos (la ausencia de animales, la desaparición del “número estrella”, el abandono de la condición marginal del cirquero) se han impuesto como una nueva forma de abordar el circo, pero la necesidad de innovar sigue presente en esta inmensa agrupación canadiense.

En los días de Quidam y Corteo, el Cirque du Soleil era, precisamente eso, un circo, en el sentido de su estructura visual, con un foro, graderías, etcétera. Hoy, en Séptimo día, fraguaron la idea de coquetear con un espectáculo a nivel de cancha, y privilegiaron el manejo del mapping, el “cine en vivo” y, sobre todo, la construcción de máquinas biológicas. Nada mal. El resultado de esta nueva apuesta es contundente, inesperado y lúcido.

Solo hay algo que da marcha atrás en el trayecto de esta nueva apuesta: la música. Esta vez el Cirque du Soleil no creó música propia para su espectáculo. Pero no solo eso, tampoco creó una línea de música incidental, un soundtrack acorde con sus escenas, sino que se conformó con un conjunto de canciones ya armadas, famosas, pero ya armadas. En fin.

Juanes

“Mis planes son amarte”. Un concierto de Juanes. Pabellón M. Un concierto elemental, apoyado en un combo realmente básico, un repaso de las canciones que la compañía ha logrado convertir en éxitos comerciales, y sobre todo una muestra de que Juanes posee un carisma imponente, un repertorio en pleno desarrollo, una magnífica habilidad como armónico y requintista, y la seguridad de que lo mejor de su trabajo, efectivamente, aún está por verse.  

Goldman

Marinero raso (Francisco Goldman, Hotel de las letras, Océano) es una obra inquietante, estructurada a la manera de las aventuras clásicas de la Europa del siglo XIX, una obra en la que participa el protagonista joven, la tentación del viaje, el sueño del triunfo, y el desengaño que culmina en infierno flotante.

Goldman nos da un retrato de un tiempo más menos plagado de telarañas. El libro proviene de 1997 y se lanza en castellano en 2017, no es poca cosa. Total, nos cuenta cómo un joven nica trata de escapar de su tierra en busca de nuevas oportunidades, y de pronto el barco que lo sacaría de sus penares, acaba por revelarse como un especie de “bestia” sobre el mar, pasando de ser una esperanza a convertirse en una cárcel entre los muros del mar. Un libro ideal para migrantes sin futuro.