Lucero Montes García y Heriberto García han demostrado plenamente que cambiar la ciudad es posible.
Y no lo han hecho a base de promesas ni de rollos ni con discursos o acciones de tipo performance.
Lo han hecho con las manos, con pedazos de mosaico, con yeso y con cemento porque las calles son algo sólido, y por lo tanto exigen de cambios sólidos.
Por eso, Lucero y Heriberto son un ejemplo viviente, en el sentido de que las ideas por sí mismas no sirven de nada: tienen que estar acompañadas por un sentido práctico, que implica sudar, mover las manos y olvidarse de moldes.
Pudiera alguien decir que ellos no han hecho gran cosa, pero en realidad el Barrio del Nejayote les debe muchísimo a estos dos personajes, fundamentales para la cultura urbana del norte de México. Porque su influencia ha ido más allá de la pintura y la artesanía, para incidir sobre los modos de vida de ese barrio, y atraer a sus calles a numerosos artistas y consumidores culturales, sin apoyarse en momento alguno en subvenciones o becas.
Es verdaderamente deseable que el ejemplo de Lucero y Heriberto sea copiado en otros barrios de Monterrey para el mejoramiento de nuestro consumo y producción artística y cultural.