Para entender la escena local no hace falta más que saber y aceptar que no existe tal cosa. Lo que es real son un puñado de bandas de todos colores y matices con un hambre de expresión mayúsculo, queriendo tocar y ser escuchados. La lista es grande y va en aumento.
Por: Diego Castañeda
“¡Hay que hacer algo!” Escuché decir a una mujer en el noticiero alguna vez. “Hay que hacer algo” me dije a mi mismo, e influenciado por toda la música del mundo que un adolescente puede llegar a escuchar, comencé un grupo musical. En ese entonces había tanta violencia en las calles de Nuevo León que me sorprendía que nadie dijera nada. El silencio fue largo y duradero. Era evidente que, por la situación social en épocas de la inseguridad, los músicos locales se verían limitados a tocar en fiestas, que tenían lugar muy comúnmente en los patios de las casas. Allí es donde comienza el espíritu, pero muchos de nosotros después queremos ir a más.
De acuerdo con el paso del tiempo, los bares comenzaron a abrir sus puertas a las propuestas de música local. La gran mayoría de las bandas no tenemos experiencia en esto, y no logramos entender al principio que esto irremediablemente y sin importar nuestra resistencia, es un negocio. Así que probablemente y dependiendo del objetivo de cada grupo, tu éxito se verá reflejado según la ambición que poseas: Algunos quieren «pegar», otros buscan ser reconocidos, unos solo quieren pasarla bien, y existen otros que quieren las tres cosas. Se puede engañar a la gente, pero no pueden engañarse a sí mismos. Se nota a distancia cuando hay honestidad de por medio.
Los músicos locales somos demasiado románticos al respecto, pero no practicamos la autocrítica. No porque adores tus canciones y apuestes por ellas significan que los demás también lo harán. Me refiero a la parte en la que, no te toca a ti decidir si eres bueno o malo, pues estás exponiendo tu música a otros. Hay que dedicarle más tiempo al “hacer” en lugar de al “querer ser”.
La primera vez que pisamos un escenario grande, quedamos en trance, dominados por el éxtasis, entonces un miembro del grupo dejó caer su instrumento diciendo: -Hasta aquí llego yo, es que ustedes le están dando muy en serio. Pero ¿cómo? ¡Esto es demasiado serio! ¡La diversión apenas comienza, así que a comprar unos nervios de acero si hace falta!
Allá afuera, lo importante es el talento y la disciplina. Arriba no te podrán rescatar ni la cantidad de amigos, ni la popularidad, ni el movimiento de las redes. Todo o nada.
Nos juntamos varios grupos a debatir: ¿Qué nos falta para emerger? Y como un salvador, de entre la multitud se manifiesta el músico miembro de la banda que abrió el escenario del Pal Norte hace unos años: – “¡Yo les doy asesoría de cómo lograr que tu banda emerja!-“ y casi nos la creímos…
Ha mejorado esto de tocar en la ciudad, ha mejorado bastante. Muchos de nosotros no tenemos nada más que esperanzas y la mejor de las intenciones. Muchos locales apoyan de corazón por mero amor al arte: promotores, colectivos, medios digitales, bares. «La ciudad de los tributos» se mofan en redes, y aunque hay algo de cierto, la raíz del problema delata que cuando los promotores se ponen de acuerdo y organizan un evento de puras bandas locales, dándoles promoción en un gran escenario e invirtiendo recursos, la gente decide no asistir.
¿Podremos darles gusto a todos algún día? No.
Las grandes ligas, los de allá arriba, no nos ven. Somos invisibles, porque el dinero hace visible hasta lo imposible, y evidentemente en ese aspecto monetario, lo que a nosotros nos falta a ellos les sobra. Nuestras probabilidades flotan entre acordes mayores y menores. Podemos abrirles de vez en cuando a bandas reconocidas a nivel nacional, si vendemos boletos, claro está. Algunos lo hacen, quizá con la esperanza de que la banda famosa gire a verlos y les extienda una mano. El día se llega y a veces no pasa nada, pero siendo honestos, ustedes en la posición del artista famoso, ¿Le extenderían una mano a una de las mil bandas que te juran que su banda es la próxima gran cosa?
Una respuesta en silencio.
Creo que (y me atrevo a hablar por todos los músicos colegas) no cambiaríamos esta experiencia por nada. Hemos hecho amigos. Hemos hecho memorias y buenos ratos junto a muchas otras personas que no hubiéramos conocido de otra forma. He visto tantos músicos tirar la toalla y a otros tantos desaparecer sumidos en la desesperación. Es tan triste ver a un músico renunciar, pero si renuncian supongo que es porque no eran músicos reales después de todo. Cuando triunfa una banda local, te da alegría, pues sientes que de alguna forma tú también triunfaste. Aunque la realidad sea otra.
“Quisiera que esto dure para siempre” cantaron los Ratones Paranoicos, y efectivamente así nos sentimos pues nunca sabemos cuánto va a durar…