Hay momentos en los cuales la lucha de las mujeres ha sido ardua, aunque la visibilidad de la misma no lo haya sido. Hay que hacer un repaso por la historia de este país y encontrar a quienes, desde trincheras básicamente artísticas, se constituyeron como pioneras, sin pretender serlo, tal vez porque entonces las lecturas dadas a esos movimientos no se entendían así.
Hacer música para las mujeres en los años setenta del siglo pasado no estaba vedado siempre y cuando se optara por ser cantante. Abrir brecha en otras músicas, como instrumentista o compositora, era difícil hace cincuenta años. No sólo era un México distinto, también hablamos de una mentalidad mucho más conservadora, completamente obstruida y negada a los cambios. Fue en esa coyuntura que a la pianista Ana Ruiz se le ocurrió dejar sus estudios en el Conservatorio para dedicarse a hacer algo que, justo entonces, era una idea proveniente, en el mejor de los casos, de una mente enferma y para otros era algo nacido en el espacio exterior: la práctica del free jazz.
Hace un par de años, en una entrevista, ella decía acerca de esta osada decisión: “Estudié en el conservatorio, primero la carrera de pianista, pero cuando me di cuenta que había muchos pianistas, me cambié a composición. Mis maestros eran Mario Lavista y Manuel Enríquez y empecé a conocer lo que se llamaba la nueva música”.
Uno de los compañeros de Ruiz era el baterista Micky Salas (qepd) quien estudiaba contrabajo en el conservatorio y en cuya casa vivía. Es un recuerdo ya lejano, pero que en la mente de la pianista se encuentra estampado indeleblemente: “Un día llegó un señor con el pelo a rape y un saxofón. Era Henry West que regresaba de Nueva York de haber hecho la supervisión de la música de la Montaña sagrada [filme de Alejandro Jodorowsky] con Don Cherry y tenía mucho interés de formar un grupo de improvisación o de jazz en México. Se había ido a buscar alumnos al Conservatorio y yo era estudiante de José Antonio Alcaraz y entonces empezamos… bueno, me encantó el hombre y comenzamos a estudiar”.
Los sonidos dominantes de la época iban del rock progresivo a la naciente fusión del jazz rock. Ana Ruiz, Micky Salas y Henry West formaron un trío en la vena de la Mahavishnu Orchestra y en esas estaban cuando, ya en una nueva casa, llegó Antonio Zepeda [músico que ha explorado toda su vida las posibilidades de los instrumentos prehispánicos y grabado discos con Jorge Reyes y Eugenio Toussaint, ambos ya fallecidos, entre otros] y comenzaron a improvisar. El grupo se llamaba AHA y su primer concierto fue en La Casa de la Paz, un pequeño teatro de la ahora CDMX.
Cuenta Ana Ruiz: “Yo era la única mujer en ese grupo y seguí siendo la única mujer en varios grupos. Sí, tuve ataques, porque el machismo es fuerte, por ser mujer y no ser cantante, porque sería más bonito que yo hiciera daba daba daba, a estar echando pianazos y tocar otras cosas. Un poco después comenzó Olivia Revueltas, pero ella toca un jazz más tradicional; sin embargo, ambas fuimos pioneras, porque tampoco ha habido otra mujer que toque jazz como Olivia. Sí, primero fui yo, como instrumentista y siento que fue bueno, fue darle un impulso a la mujer, decirle ya salte de tu partitura, de estar tocando lo mismo que otros”.
Ana Ruiz siempre fue rebelde, nunca quiso plegarse a los dictados de otros (“no me gusta que me marquen las cosas, que me pongan tiempos”). Esa rebeldía logró canalizarla por la vía de una música que desde su génesis desconoce las ataduras, que surge espontáneamente, en el momento y cuya razón de ser es ésa: vivir un instante y no necesariamente perpetuarse en la grabación, aunque, paradójicamente, lo hace con bastante frecuencia.
Una de las primeras entidades sonoras que West y Ruiz formaron una vez AHA no logró continuar fue Atrás del Cosmos, grupo que con el paso del tiempo adquirió un carácter mítico porque los ecos suscitados por sus presentaciones llegaban a diferentes lugares y eran reseñados por las revistas de rock de la época, por lo menos por algunas. Las grabaciones, al menos en ese momento, eran difíciles de llevar a cabo, principalmente por cuestiones económicas y porque no había un sello interesado en ellas. Si no querían grabar rock, menos lo iban a hacer con el free jazz.
“Un día sentados en la terraza, en esa casa donde vivíamos, dijimos que ese grupo necesitaba un nombre y pues le pusimos Atrás del Cosmos, porque vivíamos atrás del cine Cosmos. Todo mundo nos identificaba con el esoterismo, teníamos algo de hippies, pero el nombre fue por un detalle geográfico. Atrás del Cosmos siempre se expandía. Muchos músicos estuvieron con nosotros, buscábamos y experimentábamos por todos lados, con mucha gente y sucedían cosa bonitas”.
A mediados de los setenta, además de presentarse como Atrás del Cosmos, Ana Ruiz y Henry West, con la colaboración del baterista Robert Mann, formaron un trío que fue conocido por sus apellidos y que grabó en 1980 un casete (descontinuado, obviamente) titulado Cold drinks / Hot dreams en donde ya aparece Claudio Enríquez al bajo. [En realidad Atrás del Cosmos se expandía y llegaban a ser hasta 12 integrantes en el escenario, pero cuando se presentaban como trío o cuarteto,en los carteles bien podían aparecer como Atrás del Cosmos o simplemente con los apellidos de los músicos que se presentaran en esa ocasión, que regularmente eran Ruiz, West y Mann]. En el medio, gracias a su actividad en directo, consiguieron el apoyo de Bellas Artes y lograron traer a Don Cherry [legendario trompetista fallecido en 1995 y con una gran trayectoria cuestas] para un taller que resultó muy exitoso y con el cual luego habrían de girar por diferentes ciudades. Aunque existen grabaciones, por cuestiones de derechos ha sido imposible darles salida, aunque éstas existen en la Fonoteca Nacional a disposición de quien guste acercarse a ellas.
“Desaparecimos en 84, lo que hicimos cuando se fue Don Cherry fue descartar toda la música que nos había montado, porque él sí venía con piezas y un día dijimos vamos a olvidarnos de todo lo que hicimos con él, vamos a hacer lo nuestro y entonces surgió este casete que es muy importante. Lo sigo oyendo y me parece muy bueno en un 80%, pero lo que nos dio Don Cherry fue la libertad, el ya no seguir amarrados a nada más”.
West y Ruiz, que por entonces ya eran pareja, decidieron separarse y el grupo desapareció. Ana tocó por un tiempo y luego abandonó durante tres años, hasta que se encontró con Alain Derbez quien la invitó a formar parte de La Cocina, quinteto formado por el citado Derbez en sax soprano y piano; Arturo Escalante, percusiones; Evodio Escalante, sax soprano y piano; Ariel Guzik, sax tenor; y Jazzamoart, batería.
Luego formó un trío llamado Rednéctar con Germán Herrera y Ariel Guzik, grabaron una cinta (Fase I) y luego de eso “me guardo en casa con mi familia hasta que de repente empiezo a tocar con más gente, a salir, a hacer cosas por mí misma. Comienzo a tocar con Ciprianodonte, con Alain Derbez, con Germán Bringas…”
Durante 45 años, la actividad de Ana Ruiz con su piano ha sido intensa, aunque el registro discográfico escaso. A sus producciones con West y Mann y Rednéctar, hay que agregar su colaboración en el álbum Free jazz women and some men (Jazzorca Records,2015), el debut epónimo de Cihuatl (Edición de autor, 2019) un combo de free jazz e improvisación integrado exclusivamente por mujeres: Mari Carmen Graue, cello; Yvonne Díaz en el sax; Adriana Camacho, contrabajo; Damaris Vargas, batería; Alina Sánchez, violín y Ruiz al piano.
La producción más reciente de Ana Ruiz se llama And the world exploded into love (disponible en bandcamp donde también pueden escuchar el álbum que ella grabara con el Spunk Trío: Spunk Trío + Ana Ruiz en Jazzatlán, 2019) y en ella fiel a su estilo, apegada a esa convicción que le permitió enfrentar y superar cualquier crítica, hace una música libre, pero no por ello sencilla. Dice: “Sí, toco mucha música clásica, pero para mostrarme necesito ser compositora en ese momento, que es la labor de un improvisador, en ese momento estás creando, estás sacando de la nada, del silencio, algo que es nuevo, que está sucediendo allí y eso es lo que ha sido mi vida”.
Este país, decíamos al principio, ha cambiado y Ana Ruiz mira con agrado esas transformaciones. “Me encanta que haya tantos grupos que estén improvisando con el deseo de encontrarse con el otro en la libertad, tenemos que estar abiertos a darnos, a querernos, a acariciarnos, porque estamos viviendo cosas muy feas y los artistas tenemos que darle algo al mundo, dar algo para que la gente se emocione. Me da gusto que la mujer esté surgiendo; lo que sí no apoyo son las cantantes del daba daba, creo que están como 50 años atrasadas y que tienen que lograr algo más con su voz; puede ser la música más simple, pero te tiene que tocar”.
Concluye: “Me ha costado, llevo 45 años haciendo música, pero ahora veo que hay muchas mujeres en México que hacen música improvisada, experimental y eso me da un gusto enorme”.