Una joven recibe de regalo una bolsa roja durante un viaje en el metro de la ciudad de México; para su sorpresa la chica que se lo regala se parece mucho a ella misma. No le da tiempo de decir cosa alguna y la regaladora se baja corriendo del vagón, dejándole el obsequio en el regazo. La receptora se da cuenta de que la bolsa está vacía y es nueva.
Llega a la estación a la que se dirigía, sale a la calle y camina. En un punto del trayecto, un hombre la ataca por la espalda y la somete con una punta. Aquel regalo y el parecido con la mujer se convierten en los elementos que traen la fatalidad sobre una inocente. El hombre de la punta tiene un cómplice y resulta que son sicarios con el encargo no sólo de matar a la portadora original de la bolsa sino de descuartizarla.
La suerte está echada e incluso nos enteramos de que los asesinos pertenecen a una especie de secta que adora a La Santa Muerte y que son sumamente eficientes con sus “encargos”. Cortan brazos y piernas y las entregan como testimonio de la misión cumplida. Entonces el jefe les hace ver que en ninguno de los brazos está el tatuaje que identificaría a la mujer que debían eliminar.
Terrible por partida doble. Y quiere el destino que la mujer que debió ser el blanco original apareciera finalmente asesinada por los rumbos de Pachuca. Así las cosas en el México del siglo XXI. Un país en el que el feminicidio se ha convertido en una patética constante… un acto criminal al que se pretende restar importancia y fingir –como siempre- que aquí no pasa nada.
¿Qué puede representar un monumento grafiteado en comparación con los cientos de mujeres que son vejadas, desaparecidas o asesinadas? ¿A cuántas les han regalado una bolsa roja y son ejecutadas por error?
La chica sin el tatuaje correcto y un extraño parecido con otra viaja al interior de una novela; entonces podríamos decir que es producto de la ficción y el arte narrativo, pero no. Breve tratado del corazón (Editorial Alfaguara), de Ana V. Clavel, es un libro muy peculiar porque combina elementos y datos extraídos del mundo real con una parte ficcional que se divide en 4 partes.
No se trata de una obra con la que los lectores nos topemos todos los días. Como su nombre lo indica es un compendio, un gabinete de curiosidades, una especie de almanaque, pero de entrada me gustaría perfilar a este libro como el resumen de una obsesión… o quizá más bien, la prolongación de una obsesión.
En las 4 historias que aquí se entreverán los personajes son condicionados por la figura del corazón, pero desde distintas perspectivas -unos lo tienen y otros no-. De hecho, arranca con la historia de otra mujer que lo tiene ya vacío e inservible; está a punto de suicidarse arrojándose a las vías del metro, pero un instante antes comprende que no puede morir sin antes ver el Taj Majal en la India y entonces emprende un viaje postrero.
También está un hombre que después de una operación cardiaca siente que ya no es el de antes, que su corazón ya no es el mismo. Y después de la chica de la bolsa roja que acaba desmembrada, nos adentramos en la manera de entender el mundo de parte de un sicario -un ser sin corazón- que forma parte de una legión que se comporta como todo un culto a la muerte y la sangre.
Y en el fondo la ciudad de México como un velado personaje más que rige y condiciona el destino de personajes aparentemente distantes que terminan por imbricar en un aparato narrativo en el que la novela luce como un género total, que acepta de todo a partir de la habilidad de la autora para amar con lógica y coherencia una pieza fragmentaria que incluye minificciones, citas a otros libros –propios y ajenos- e imágenes, que en algunos casos también han sido intervenidas por una escritora de una larga y muy laureada trayectoria.
Breve tratado del corazón es un libro que entiende muy bien los tiempos que corren, con sus contradicciones, padecimientos y sinsentidos. Debemos de celebrar que sea a través de la experiencia estética que podemos profundizar en la complejidad de los personajes y la sociedad o las sociedades a las que pertenecen.
Durante su lectura en más de un sentido regresamos una y otra vez a las profundidades; no sólo porque viajen en metro sino porque nos ofrece un viaje al inframundo, al Mictlán prehispánico, en el que esa secta asesina tiene su templo y cuartel general. Los mexicanos venimos desde Coyolxauhqui, pero también podemos fascinarnos con una hermosa joven que se suicida en el Río Sena y provoca una estela de atracción de parte de grandes artistas occidentales.
Así es Breve tratado del corazón… arriesgado, ecléctico, excelentemente concebido y contado; nos ofrece detalles que van del tamaño y peso de un órgano promedio, o el hecho de que los antiguos egipcios durante el ritual posterior a la muerte ponían en la balanza al corazón y tenía que pesar menos que una pluma de avestruz para merecer la entrada al cielo.
Pero de pronto acelera y nos remonta a pasajes en los que aflora esa atroz realidad en la que se mueven los asesinos, que aquí exponen cómo es que asimilan sus crímenes. Se trata pues de un libro que es muchos libros, no en vano comienza con un epígrafe de Las mil y una noches; Ana Clavel ha decidido asumirse como una Sherezada del siglo XXI. Seguro que pervivirá en ella su pasión por los corazones y pronto habrá de sorprendernos con nuevos hallazgos e historias, mientras tanto sigamos fascinados explorando las páginas de un libro lleno de sorpresas y al que también le vienen bien unos versos de Sor Juana:
“Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones veía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses yo deseaba”.
1 comentario en «Breve tratado del corazón para un mundo violento»
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