The Jam fue un trío elegante, seductor, hermoso; como sus integrantes: Paul Weller (guitarra/voz), Bruce Foxton (bajo/voz) y Rick Buckler (batería). Los músicos y amigos desde la adolescencia, oriundos de Woking, ciudad situada al sureste de Inglaterra, vistiendo trajes hechos a la medida, en la década de los años setenta y principios de los ochenta revivieron la subcultura mod, una de las más antiguas que se popularizó en los sesenta, entre la juventud del Reino Unido, hasta expandirse por gran parte del mundo. Y considerarse mod en aquel entonces significaba oír y bailar –atiborrado de anfetaminas en las discotecas y con un espíritu existencial– bebop, soul, ska, reggae, R&B, garage. También, ese otro aspecto que le daba cierta identidad moderna a aquel movimiento juvenil de clase media, era manejar un lindo scooter (Lambretta o Vespa).
Bajo ese brío inglés que perdura hasta el día de hoy, junto con los recuerdos y el descontento de una sociedad por la falta de empleos y rescisión económica a mitad de los setenta, The Jam abanderó la movida mod revival en pleno apogeo y explosión del punk de 1977, año en el que incluso editaron su primer material –“más punk rocker”– con Polydor Records: In the city. En ese, su disco que se popularizo gracias al tema con el mismo título del álbum, más otras versiones que hicieron como “Slowdown”, del cantante y pianista de Nueva Orleans, Larry Williams, a comparación de lo que hacían sus contemporáneos The Clash, Sex Pistols, The Buzzcocks, The Damned, entre otras bandas, la tercia que vestía con vestimentas negras y ajustadas, corbatas y camisas blancas,demostraron que su sonido era más puro, más en la línea de sus influencias: The Who, The Kinks, The Small Faces, Chuck Berry, y de sellos discográficos como la clásica Talma-Motown, quienes lanzaron artistas como The Miracles, Mary Wells, The Temptations, etcétera.
Tocando en clubes de Londres, The Jam, bajo el lema “The modern world”, canción incluida en su segundo álbum, This is a modern world, igualmente lanzado en 1977 y otra vez por Polydor Records, Paul Weller, el “Modfather” le cantaba a su gente: “Whath kind of fool do you think I Am? / You think I know nothing of the modern wolrd / All my life has been the same / I’ve learned to live by hate and pain / It’s my inspiration to drive”. Así, bajo una melodía que se convirtió en un himno de la segunda ola de la subcultura mod, el trío se abrió camino entre los clichés del no future, la anarquía y la destrucción punk que se apoderaba de mucha parte de la pubertad inglesa, para darle más conciencia que descontento a su audiencia.
Todo eso no le agradó a los más puristas de la escena punk inglesa, por lo que la estética, sonido y mensaje de The Jam no iba de la mano con lo que era la desobediencia implementada por personajes como Sid Vicious (bajista de Sex Pistols) o Mick Jones y Joe Strummer (guitarristas y voces de The Clash). De hecho, con estos punkstars, Paul Weller tuvo discusiones, enfrentamientos que venían más del ego mozo, que de una corriente musical tratando de hacer cosas en la sociedad. A Sid Vicious, la icónica y junkie imagen del punk estilo año 77, se ha contado en muchas ocasiones que el estandarte del mod revival lo noqueó tras una discusión en el Speakeasy Club, situado en Londres. Y con los integrantes de The Clash, quienes tenían una postura y un mensaje con más sabiduría, cuentan que, durante uno de los conciertos de The Jam, alguno de los dos portaba una playera que decía “Chuck Berry is dead”, por lo que en pleno show los confrontó e interpretó junto a sus compañeros de banda “Reelin and rockin”, canción del viejo músico estadounidense, y así demostrar que el sonido de quienes cantaban “London calling” también provenía de la vieja música afroamericana.
Esos actos, junto con decir que el fanzine Sniffin’ glue era el libro sagrado de los punks, convirtieron a The Jam en el grupo anormal del ambiente musical ingles de aquel entonces, simplemente porque su rabia era distinta, más poética y con mucha más elegancia, ya que venían de un ambiente hostil y obrero, de un lugar tan remoto como Woking, que los hacia ver las cosas más sinceras y sin tantas poses.
Así, con esos pasajes de la carrera musical de The Jam, el 3 de noviembre de 1978, Polydor Records editó su tercer álbum: All mod cons. Para muchos de los fans de Paul Weller y compañía, este material es su obra maestra. Su eco entrelaza la verdadera esencia punk gracias al estilo de canciones que reclamaban el resurgimiento neonazi en el Reino Unido y la violencia en las calles, retratando a la juventud británica aburrida e inconforme por la falta de oportunidades, la distinción de clases sociales, igual que el sentimiento de comenzar a sentir cómo el corazón se quiebra por el infinito sentimiento del amor. Esa especie de temáticas que hacía sentirse identificados a los seguidores de The Jam, Paul Weller las escribió con únicamente 20 años, edad con la que, ese orgullo de considerarse mod, contenía una fuerte carga y se inmortalizó en canciones como “English Rose”, “’A’ bomb in a Wardourstreet” o “The place I love”.
All mod cons, por lo mismo, es la pieza fundamental del mod revival, es el verídico pop del punk inglés. Incluso, al casi coincidir con la premier de la película Quadrophenia, la cual fue lanzada un año después, en 1979, los estéticos y esqueléticos de The Jam son reverenciados como los padres de este movimiento que dejó en el camino otros tres discos de estudio–hasta su separación en 1983, para que Paul Weller formara su otro proyecto, The Style Council–, junto con un sinfín de bandas del mismo estilo anacrónico, con las mismas influencias de los años sesenta y siendo unos elegantes e inadaptados del Reino Unido: Secret Affair, Merton Parkas, The Lambrettas, The Chords.