Para cerrar esta serie de famosos que para muchas y muchos llevan en su frente la palabra sell out, y después de conocer las historias de Moby y Zack de la Rocha (voz de Rage Against The Machine) en sus etapas como punk rockers y hardcore, llega el momento –final– del DJ de música EDM: Steve Aoki.
La máquina que mata de Steve Aoki
Nacido en Miami en el año de 1977, Steven Rene Hiroyuki Aoki, conocido por las masas como Steve Aoki, se crió en el paradisíaco y residencial Newport Beach, al sur de California. En ese sitio creció junto a sus dos hermanos mayores: Kana y Kevin. Los tres infantes con sangre samurái aprendieron –por obligación– distintas enseñanzas niponas de su madre, Chizuru Kobayashi: habitual mujer que, al divorciarse del extrovertido Hiroaki “Rocky” Aoki, inculcó a sus herederos antiguas tradiciones de Japón.
Sin embargo, Steve Aoki, el menor y más raro de la familia, al no sentir conexión con sus raíces orientales, desde temprana edad se desarrolló como cualquier californiano más: aprendía a hacer trucos en su patineta, surfeaba las olas del océano Pacífico, pertenecía al equipo de futbol americano de su colegio (aunque aparentemente nunca jugó; su complexión delgada que todavía conserva influyó mucho). Y precisamente haciendo ese tipo de cosas no se involucró –tampoco le interesó mucho– hacer amistades japonesas. No obstante, un deporte que sí dominó y en el cual destacó fue en el bádminton. De hecho, gracias a ese juego con raqueta de origen asiático, valoró sus raíces después de recibir un sinfín de insultos y ofensas, ya que parecía ser invencible, mientras integró el equipo de Newport Harbor High School, a principios de los noventa.
“Quería ser popular… Quería agradarles a todos… Quería sentirme incluido…”, dijo el famoso DJ de EDM (Electronic Dance Music), durante su documental I’ll sleep when I’m dead (Justin Krook, 2016). Pero Steve Aoki dijo eso porque recordaba que de chiquillo extrañó mucho a su padre (todo el tiempo estuvo ausente; siempre creyó que los negocios y su salud estaban por delante de su familia). Incluso su progenitor Hiroaki “Rocky” Aoki, quien fue un viejo luchador que, tras clasificar a las Olimpiadas de Roma 1960 desertó del equipo japonés, viajó a los Estados Unidos, comenzó a vivir en Nueva York y desarrolló su cadena restaurantera de nombre Benihana (uno de los negocios más importantes de comida japonesa estilo hibachi en diferentes partes del mundo), para el reconocido artista de cabellera larga, en vida y muerte representa una gran inspiración para él, por el simple hecho de “triunfar en la vida”, y porque también –gracias a lo emprendedor que fue Hiroaki “Rocky” Aoki– él, sus hermanos y mamá no sufrieron de carencias económicas.
Pero cuando el asiático y delgado Steve Aoki escuchó canciones de su banda favorita de hardcore positivo, Gorilla Biscuits –seguramente los vio en vivo y directo en uno de sus viajes a la Gran Manzana, para encontrarse con su papá–, tuvo muy en claro que el HC iba a ser su salvación durante toda su adolescencia, que esa música todavía underground le abriría puertas, le mostraría cómo era la vida lejos del negocio familiar, donde incluso trabajó en la cocina. Así, en medio de una encrucijada, de esa pregunta existencial: “¿Qué voy a hacer con mi vida?”, decidió permanecer en California e ingresar a la Universidad de Santa Barbara, ya que sabía que ahí existía una gran comunidad de punk DIY.
Alejado de las comodidades y el dinero de su padre, vivió junto a sus amigos en un pequeño departamento, dentro del campus universitario. Y explorando la efervescencia hardcore a mitad de los noventa en California, cuando tomó tintes más emocionales, consientes, inteligentes, ñoños y con cierta carga de llevar el bricolaje-musical a su máximo esplendor, Steve Aoki no tardó en formar bandas (This Machine Kills, Esperanza, The Fire Next Time) y organizar tocadas dentro de su hogar (él y sus amigos nombraron de forma cariñosa The Pickle Patch a ese espacio). También, por la facilidad con la que podía entablar amistad e interesarse por proyectos de amigos y conocidos, fundó Dim Mak Records. Todo eso, a sus 19 años y siendo vegan edge, nutriéndose de agrupaciones provenientes de Gravity Records, realizando activismo político en la Universidad de Santa Barbara y especializándose en estudios de la mujer, se convertía en todo lo opuesto y que representaba su papá; un exitoso empresario que no se cansó de decirle: “Debes de conseguirte un trabajo de verdad”, cada vez que Steve Aoki le decía que quería dedicarse a la música.
Por esa razón es sorprendente saber que Steve Aoki, a mediados de los noventa comenzó a estar involucrado en lanzamientos de grupos que podrían considerarse verdadero post-hardcore: Killsadie, Stickfigurecarousel, Cross My Heart, Pretty Girls Make Graves, Panthers. No obstante, y como dato bastante curioso, tras esos lanzamientos Dim Mak Records se pudo consagrar de mayor forma cuando los gemelos Madden del horrible grupo de punk pop Good Charlotte (unos hijos de papi que son amigos de Steve Aoki), le prestaron dinero para montar las oficinas del sello independiente, en Los Angeles. Pero ese acto también dejó en claro que el papá del DJ que actúa en festivales importantes de EDM como Tomorrowland jamás lo apoyó, jamás le facilitó las cosas para vivir de la música. Si no que todo vino hacia arriba, en cuanto dio con los británicos de Bloc Party e inmediatamente les propuso hacer sus primeras grabaciones. Así Dim Mak Records comenzó a tomar una línea con más retribución y más música bailable, que con aquel espíritu DIY y punk rocker que el DJ acostumbraba tener.
Steve Aoki, marcado de por vida con un tatuaje de Gorilla Biscuits, declarando que uno de sus discos favoritos desde la adolescencia es Nine patriotic hymns for children (Kill Rockstars Records, 1991), de Born Against y teniendo en la memoria las presentaciones en vivo –y en su hogar– de A.F.I., At The Drive-In, entre otros grupos, al establecerse en Los Angeles cada vez más se involucró en el ambiente de los DJ’s, le interesó saber manejar las tornamesas y hasta se hizo famoso –entre los famosos que viven en esa ciudad– por organizar fiestas en sótanos; como si aún estuviera en la Universidad de Santa Barbara.
Todo eso –su pasado de músico-distribuidor-organizador-de-shows-hardcore–, ahora representa las giras mundiales que lleva a cabo, sin dejar de brincar como cuando tocaba la guitarra, sin dejar de hacerse notar cada vez que se arroja a su público, y dando miles de pastelazos a quien se lo pida y no sepa nada de su pasado como underdog. Y eso, por supuesto que se asemeja a la historia de su padre triunfador, solo que Steve Aoki haciéndolo a su modo y ganándose el reconocimiento –de una mínima cantidad de personas– por formar parte del extenso catálogo de Ebullition Records, uno de los sellos más representativos del hardcore hecho en California, donde su antigua banda –la más “popular”– This Machine Kills, editó su LP de 2002, Death in the audobon ballroom.