Banco de recuerdos
Hace algunos años un banco (BANCAM) decidió agradecer la preferencia de sus clientes editando un libro para regalárselos en la navidad del año 1984. En ese entonces la institución financiera contaba con 61 sucursales en 30 plazas de la República, y como Monterrey era el origen de esa sociedad de crédito se le pidió a Alfonso Rubio que hiciera una selección de poemas de Alfonso Reyes y a la pintora Carmen Parra que los ilustrara. El resultado no fue “uno más” de los libros homenaje a Don Alfonso, fue esta joya que, además de elegante, el tiempo le dio el adjetivo de curiosa.
Sol para rato
El libro contiene once poemas (los más significativos) que directa o indirectamente Reyes dedicó a su ciudad natal. En dos de ellos, «Romance de Monterrey» y «Cerro de la Silla», la ciudad y su símbolo son el tema directo; en «Sol de Monterrey», «Glosa de mi tierra» e «Infancia» la ciudad está implícita; y en los seis restantes Monterrey está presente como escenario de fondo. Son pocos textos que dan ligereza y unidad al tema.
Traigo tanto sol adentro
Que ya tanto sol me cansa.
Yo no conocí en mi infancia
Sombra, sino resolana
(Sol de Monterrey, fragmento)
Hondura cordial
Don Alfonso vivió 70 años (1889-1959) de los cuales sólo 13 vivió en Monterrey, divididos en periodos muy desiguales. La ciudad fue su paraíso perdido y siempre lo consignó en sus visitas, algunas muy breves (de un día, de una semana), pero que aprovechó para demostrar siempre la hondura cordial que tenía con ella.
Exacta correspondencia
Un hecho demostrativo muy amoroso se constata el 19 de Junio de 1930, cuando aparece el primer número de Monterrey. Correo literario de Alfonso Reyes (mediante el cual se comunicaba con sus amigos intelectuales y artistas de todo el mundo), el indicador en la página es que aparece una viñeta con el Cerro de la Silla y la cuarteta que se haría famosa en todo el mundo:
Hermoso cerro de la Sía,
quien estuviera en tu horqueta,
una pata pa Monterrey
y otra pa Cadereyta.
Persisto siendo el que soy
Aunque aparentemente la poesía es la mejor parte del hijo menor de la palabra, en la vasta obra de Don Alfonso es la esencia de la totalidad y la realización de su estilo.
Por tanto que lo recuerdo
persisto siendo el que soy;
por él no me desparramos,
aunque sangre el corazón
(¡El corazón! urna rota.
¡Qué juguete el corazón!
¡Pobre jarrito rajado!
Cerro mio: te lo doy
(«Cerro de la Silla», fragmento)
Simpatías y diferencias
Las simpatías todas, las diferencias, pronto saltan a la luz. en Monterrey hay dos clases de regiomontanos: los que lo distinguen e identifican como un señor con nombre de calle y los que lo leen.