México tiene un largo historial con el rock. Incluso hay historiadores que señalan a este país como el primero de Latinoamérica en tocar esta música. Sin embargo, no se ha documentado del todo, al menos no de manera global, sino fragmentada, como lo comenta Rafael González, mejor conocido como el Sr. González, músico, productor e integrante de la H.H. Botellita de Jerez, en esta entrevista.
No es tan fácil saber qué ha sucedido con el rock en México porque no es mucho, en relación al tiempo de existencia que tiene, lo que se ha escrito sobre él. Esto dificulta hacer interpretaciones actuales sobre nuestro rock porque no se había realizado la labor de contar esta historia, hasta que lo hace el Sr. González con una serie de libros, del cual hay un primer volumen que abarca de 1956 a 1979. El segundo tomo, recién publicado por Ediciones B y el motivo de esta entrevista, narra lo acontecido en la década de los 80, y hay un tercer volumen que ya se está trabajando con los años más recientes.
Esta es la charla que tuvimos con el Sr. González acerca de 60 años del rock mexicano.
¿Por qué emprendes este trabajo de documentar el rock mexicano?
Originalmente no fue una decisión mía; a mi me buscaron la gente de la editorial Ediciones B porque tenían en mente hacer una enciclopedia del rock mexicano. Ellos se habían percatado de que, en otros países como España y Argentina, había este tipo de publicaciones y aquí en México no había ninguna. La idea era hacer una enciclopedia con 500 grupos y para ello habían buscado a distintos periodistas, pero con ninguno cuajó el proyecto. Entonces alguien les comentó que yo había escrito un libro en el que la información gira en torno a sucesos musicales (Mi Vida Pop, R&B, 2012) y que acudieran a mi. Después me junté con ellos y ya cuando me plantearon el trabajo, ingenuamente llegué a dudar de que hubiera esa cantidad de bandas de rock en México para hacer el libro. Sin embargo, nomás de memoria llegué a enumerar alrededor de 400 grupos y artistas. Al final la lista fue de más de mil bandas y pos supuesto que no son todas.
Conforme iba escribiendo las fichas de estos grupos, el volumen del texto empezó a crecer y crecer y la editorial, al darse cuenta de esto se asustó pensando que hablar de esas 500 bandas iba a ser un “tabique” de libro y les propuse cambiar el concepto original, de ser una enciclopedia, a realizar varios volúmenes sobre la historia del rock mexicano, más que algo enciclopédico, y entonces a partir de una serie de bandas representativas vamos contando esta historia.
A pesar de tener una historia larga, importante y significativa de rock nacional, ésta no está documentada ampliamente como sí lo han hecho otros países.
Sí, es cierto, aunque sí hay bibliografía, es decir, sí hay una documentación, pero es muy especializada. No hay un libro que pretenda abarcar la totalidad del rock mexicano, sino muy focalizada. Por ejemplo, el libro de Tere Estrada habla específicamente sobre las mujeres en el rock (Sirenas al ataque, Ed. Océano). También está el de David Cortés (El otro rock mexicano, Ed.Tomo) que habla de la escena progresiva y experimental. La UDG ha publicado algunos libros sobre rock y música en Guadalajara. Y así hay varios documentos y fuentes, pero están todas dispersas. No hay una visión global.
Y sin embargo, con esto que estoy haciendo, me doy cuenta que solo estoy mostrando la punta del iceberg porque esta idea puede crecer para muchos lados. Es decir, mi perspectiva es la del músico, pero pueden nacer otros trabajos desde la visión del periodista, el sociólogo o el historiador evidentemente con un enfoque distinto y esto enriquecerá aún más la historia de nuestro rock, la cual es muy vasta. Me gustaría pensar que este trabajo es apenas un comienzo, un primer paso y que más gente se involucrara en esto para hacerlo más completo.
Hay quien piensa que no se puede ser juez y parte, es decir, que el músico no debe escribir o involucrarse en el quehacer del periodismo musical puesto que le toca estar del otro lado, el de los músicos, y esto genera prejuicios sobre quién sí puede escribir sobre el rock en México y quién no.
Yo creo que puede escribir quien quiera. Obviamente el enfoque que le estoy dando al libro sí es personal, no huyo de esta situación de tener una visión subjetiva sobre la escena, pero por eso mismo digo que puede haber muchos enfoques y visiones sobre esta historia y que se complementen en lugar de repelerse. Estos libros los veo como una crónica, y ésta te da justo ciertas libertades, como tener una opinión personal sobre lo que estás narrando. Estos libros van más en ese sentido.
El primer volumen abarca del año 56 al 79, y este segundo abarca solamente la década de los 80, ¿qué ocurrió en esta década para que le hayas dedicado todo un volumen?
Hubo una gran explosión de bandas y propuestas en esos años. Pero también aparecieron muchos géneros, como el metal, el new wave o el reggae. El rock mexicano, hasta Avándaro en el 71, había sido una manifestación que tenía que ver más con la copia y la imitación. Era un gran desarrollo a nivel interpretativo, pero no tanto creativo. A partir de ese año hubo un choque de los rockeros mexicanos con la realidad en la cual el Estado le asestó un golpe tremendo a la juventud mexicana a raíz de una serie de sucesos que venían dándose desde el 68. El rock, digamos, una música de espíritu rebelde y adolescente, siempre implicó una serie de alarma hacia las autoridades y las buenas conciencias y Avándaro fue un buen pretexto para bloquear estas iniciativas juveniles, algo que fue infructuoso porque el rock subsistió en las coladeras, en el subterráneo y es ahí donde empieza a cuestionarse a sí mismo y a generar una obra propia. Esto lo hace con todo en contra, pero aprovecha los hoyos funky, los ambientes universitarios y ahí se siembra la semilla de lo que pasará después y es justo en los 80 donde revienta todo eso apareciendo un rock ya de creadores, no de imitadores. Es un momento de mucho auge, aunque en términos comerciales no es contundente al principio, sí se dan muchas propuestas que mantuvieron este carácter subterráneo y que resultaron muy importantes para el desarrollo del rock en México.
Todo eso se refleja en los ochenta
El contexto de los ochenta también tiene sus peculiaridades: hubo un terremoto, y con ello aparece una conciencia civil. México comienza a abrirse más hacia las expresiones extranjeras y eso también influye; artistas que venían trabajando un discurso de ideales desde los setenta lo afianzan en esta época y aparece en el país un rock de carácter más nacionalizado y con una conciencia de sí mismo queriendo expresar su realidad, cosa que antes no era tan notoria.
¿Qué obstáculos has encontrado en el camino de documentar el rock mexicano?
Es curioso, pero de repente hay más de dos versiones sobre algo. Incluso acudiendo a los mismos protagonistas de los hechos, entre los mismos integrantes de un grupo puede haber varias versiones de las cosas. Entonces, llegar a ese punto medio para hacer una narración interesante, por un lado, y por el otro lo más objetiva posible, fue un poco complicado. También hay grupos de los cuales resulta muy difícil encontrar información, y sobre todo, encontrar otras fuentes para poder corroborar eso que estás investigando. En otros casos ocurrió que había muy poca información y tuve que omitir a esa banda porque no había suficientes datos para documentarla. Pero en términos generales puedo decirte que fue un proceso bastante gozoso. No lo sufrí.
Generalmente en el proceso o camino durante una investigación, uno va encontrando cosas que no esperaba, ¿cuáles han sido los hallazgos en este proceso de investigar el rock nacional?
Yo tenía la idea de que la historia del rock mexicano estaba fraccionada, que no era una cadena continua y había eslabones perdidos. Y bueno, fue interesante ver que sí existían esos eslabones. Sí hay circunstancias, grupos o personas que han sido un puente entre lo que pasó antes y después en el rock mexicano. Eso fue muy interesante de descubrir, además de ver cómo las puertas, con la aparición de muchos géneros ligados al rock en los 80, se iban abriendo y yo intentar meterme en las más posibles.
¿Puedes platicarme alguno de estos puentes o eslabones significativos que encontraste?
Hans Mues, por ejemplo, ha sido uno de ellos. Él tocaba con Makina, una banda de metal y, en algún momento, se volvió baterista de Los Yerberos. Resulta entonces muy interesante ver cómo alguien del ámbito del metal terminó siendo alguien muy importante en el ámbito del reggae, además de convertirse en un gran productor.
Seguramente ya hubo reclamos de personas o bandas que no fueron incluidas.
Sí, y seguro seguirá pasando pero, de entrada, puedo decir que nunca hubo la pretensión de incluir a todos, La idea es contar una historia, y en ella acudo a algunos representantes, a ciertos personajes y expresiones importantes para ello, pero es imposible abarcarlo todo, eso también lo tengo claro. Muchas bandas no aparecen con una ficha, pero sí en la historia.
Mencionas tu idea de contar una historia, y ésta no se puede contar sin tener un personaje principal. En este caso nuestro personaje es el rock mexicano pero, ¿quién es el rock mexicano, para ti?
Por un lado, la definición misma del rock es algo muy difícil. En mi primer volumen manifiesto que éste, el mexicano, es una y muchas cosas a la vez; puede ser muy profundo y a la vez muy banal y superficial. Por un lado puede ser arte y por otro un producto comercial, Es decir, es un ente que se transforma en todo momento y tiene muchas caras. Sin embargo, tiene una esencia, y ésta es muy juvenil. Pero no me refiero a que sea algo solo de jóvenes, sino a un espíritu adolescente que está presente. ¿Qué implica ese espíritu adolescente? Pues la rebeldía, ser contestatario, cuestionar cosas. Y no me refiero estrictamente a tener posiciones políticas, es ante la vida misma. En un momento el rock representaba a los jóvenes que se rebelaban ante sus padres y las normas familiares y de repente el rock también ha estado en eventos donde se protesta por cuestiones de tipo social. Es una rebeldía que también se va moviendo, evoluciona y tiene diferentes caras, pero la esencia es ese espíritu juvenil adolescente que tiene esta música. En ese sentido, todos los jóvenes adolescentes, y los que de alguna forma seguimos adoleciendo de algo, nos conectamos con esa música. Y todos los que están conectados a esa música, es decir, el público que consume y va a los conciertos, los lugares dónde tocar, los medios especializados, la misma industria discográfica con sus tiendas y promotores, son el personaje. Todos ellos también son el rock mexicano, no solo quien lo hace.
En esta esencia juvenil y adolescente del rock mexicano, ¿cabe también la inmadurez?
Yo creo que uno puede ser adolescente en muchos sentidos y no por eso inmaduro. Eso también se refleja en la música. En mi experiencia como integrante de Botellita, somos una banda que en esencia ha manejado un concepto, aunque muchos no lo crean, que ha sido el mismo desde el principio hasta ahora, que es la mezcla del rock con la música y la cultura popular mexicana. Pero esa mezcla ha tenido muchas caras, se ha transformado y ha evolucionado y hay una madurez. Sin embargo, seguimos inconformes y rebeldes cuestionando ciertas cosas de la sociedad con las que no estamos de acuerdo. No necesariamente cosas políticas sino también aspectos como el amor o la soledad. Todo esto, al ser cuestionado, las preguntas se vuelven canciones y esa es una forma muy rockera de hacer las cosas.